- Déjame marchar - le exigí con la poca firmeza que me quedaba.
- ¿Por qué? - preguntó ella con esa voz sensual que sólo yo podía escuchar -, con lo a gusto que estás conmigo...
- El deber me llama - le insistí, intentando separarme de su suave abrazo.
- Si no tienes nada que hacer - farfulló ella, acertando de lleno en mi punto débil.
Así es cómo ganó la cama.
Cada mañana, al despertar, mira a tu alrededor. Busca una fotografía, un recuerdo del pasado y cárgate con la fuerza de aquel instante. Con esa energía enervando tu espíritu, sólo piensa en las palabras mágicas: "Sonríele a la vida, y ésta te sonreirá".
viernes, 25 de mayo de 2012
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