miércoles, 2 de septiembre de 2015

Bla bla bla, palabras sin sentido "aparente"

Hay momentos en los que me gustaría gritarle al mundo. Acallar las voces y que el silencio reinara para poder apreciar esas voces que de verdad merecen la pena ser escuchadas.

No soy nadie, ni creo que nunca lo llegue a ser en este vertiginoso mundo con tantas personalidades más importantes que yo. Tal vez deje algún resquicio en las mentes de equis personas, tal vez los recuerdos acerca de mí se vean difuminados por la distancia y el tiempo, igual que esas historias, esas canciones que escuchas en cierto momento de tu vida y crean un impacto en ti, que en ese mismo instante crees que es profundo y recordarás durante toda tu vida, pero que al final, el tiempo hace que olvides ese sentimiento, hace que se quede cubierto de polvo que atenúa su fuerza.

Sin embargo, existí. Igual que existieron, al menos por un breve instante en el infinito universo que se expande y se comprime, cuyo fin no llegaremos a conocer, mis sentimientos, mis ideales, mis creencias. Señalaría al mundo, a las personas que habitan en él, y les gritaría que se detuvieran en ese interminable caminar con rumbo al paraíso del egoísmo. Suplicaría por la bondad que creo en mis buenos momentos que alberga el ser humano; rogaría que se dejase a un lado el corazón humano y se contemplase por un largo instante de silencio el daño que estamos causando. Agradecería el intento de un cambio, de un esfuerzo por la igualdad, por la compasión... ¿Porque nos cuesta tanto recuperar la inocencia de la niñez?

Listaría sin encontrar un final todo lo que me gustaría decirle al mundo. Sin embargo, sé que nunca llegaría a ningún puerto a no ser que hiciese un grandísimo esfuerzo. ¿Cómo se traduce eso? En dinero, contactos y suerte. Algo que por ahora no cuento, igual que todas esas voces que jamás serán escuchadas, al menos por las personas que podrían ocasionar un cambio. Quedará el trabajar duro, crecer, luchar, escalar, hasta que consiga moldear mi voz para que sea tomada en cuenta entre el barullo sin sentido al que está acostumbrada la emisora. ¿Cómo lograrlo sin que cambien las bases de lo que me hace ser quien soy?

He ahí el rompecabezas cuyas reglas para resolverse van cambiando según los caprichos de unos pocos dictadores.