sábado, 23 de febrero de 2013

Monstruo y Dios de la Muerte

- Veo que ha llegado la hora de pagar por mis pecados - susurró.
- Puedes considerarme tu dios de la muerte - comentó la joven con sarcasmo. El contrabandista volvió a toser, esta vez escupiendo sangre. Miró fijamente a aquel matojo desprovisto de sentimientos. No había disculpa en su mirada. No se arrepentía de lo que había hecho.
- Quiero saber el nombre de la persona responsable de mi muerte.

Ella lo miró por un largo rato. Vio la sangre resbalarle por las heridas, creando un charco cada vez más grande. Por último, lo miró a los ojos.
- ¿Es ésa tu última voluntad?
- Al menos quiero saberlo para llevarte conmigo al infierno.

Ella rió.
- Sólo te devuelvo el favor - puntualizó el contrabandista.

Esta vez, los dos se rieron.
- Es lo mínimo que me espera, supongo - aceptó ella -. A cambio, dime el tuyo, para saber de mano de quién voy.
- Te lo diré cuando acabes. Cortesía de un moribundo.

Ella suspiró.
- Mi nombre verdadero es Xiao-Sheng.
- Risa... curioso nombre...

Ella rió con sarcasmo. Se levantó. Los dos se observaron con detenimiento. La mirada de la muchacha denotaba tranquilidad. Cruel y ruda entereza. El hombre pensó que era demente sentirse tan serena en un momento como aquél. Tal vez estuviera loca. Con elegancia, ella lo apuntó con el filo de su espada.
- ¿A quién tengo el honor de matar hoy? - preguntó con serenidad.
- Jiuzhu - respondió el contrabandista -. Recuérdalo.
- Lo recordaré.
- Gracias - susurró Jiuzhu. Cerró los ojos y suspiró -. Mi dios de la muerte...

Le sonrió por última vez. Pálido. Desangrado. Derrotado. Frío. Moribundo.

Agarró la empuñadura de la espada con ambas manos. Se la llevó a un costado y atacó. Fue un corte limpio al corazón. Lo atravesó, de modo que la hoja de la espada se empapó de sangre. La empuñadura rozaba contra el pecho del hombre, que exhalaba por última vez. La sangre le cubrió las manos. Sintió la cabeza del contrabandista caer sobre su hombro.
- Que los dioses se apiaden de ti, Jiuzhu - musitó.

Se demoró unos segundos con él apoyado sobre ella. Con cuidado, retiró la hoja de la espada. Le cortó las ataduras que lo sujetaban a los árboles y lo ayudó a caer al suelo. Le acarició el rostro con delicadeza. Unas lágrimas cayeron sobre sus mejillas sin vida.
- Hasta pronto, Jiuzhu - sollozó -. Nos veremos en el infierno.


Capítulo 18
Monstruo y Dios de la Muerte
Memorias de una Tragedia
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Xiao Sheng = Risa
Jiu Zhu = Salvador

martes, 19 de febrero de 2013

La esperanza, supongo...

- Soy un monstruo, al fin y al cabo... Mis únicos amigos han sido otros asesinos como yo y prostitutas. No me merezco a buenas personas - agregó -. Estoy acostumbrada a la soledad. Llevo los últimos dos años esperando una muerte que no llega. Pero soy demasiado cobarde como para darle fin. La esperanza, supongo.
- La esperanza... - sonrió el hombre -. ¿Crees que el pasado nos perdona nuestros actos del presente?
- Eso espero, o sino estamos condenados.

Capítulo 18. 
Monstruo y Dios de la Muerte
Memorias de una Tragedia

domingo, 3 de febrero de 2013

Huída

Cuando veo luz, me asusto.
Cuando oigo voces, tiemblo.
Cuando me rodean, sucumbo
al silencio, a la sombra, al vacío.

El silencio se apodera de mi voz.
La sombra toma mi cuerpo y me hace invisible.
El vacío toma mis pensamientos y todo queda en blanco.
Blanco de luz, que me asusta, intimida, consume, aniquila.

En los momentos de oscuridad
siempre he deseado ser salvada por la luz.
Ahora, cada vez que soy tocada por la luz
no dejo de desear volver a la oscuridad.

No soy perfecta,
ni de lejos...

Temo la soledad
pero al mismo tiempo la anhelo.
Me asusta quedarme sola
pero tener que dar cuentas ante alguien me presiona
y me hace sentirme acorralada entre dos paredes de hormigón.

Deseo tener a alguien
paro cuando lo llego a tener me asusto
de su luz, de su voz, de su compañía.
El silencio me traga,
me convierto en sombra y carezco de vida y pensamiento...

Y huyo.

Mi corazón tiembla
y antes de dar oportunidad alguna me pide que corra.
Y por gran cobardía infinita surgida del vacío,
cedo a sus contradictorios deseos
y desaparezco entre las sombras que crea la luz
al chocar con el espectro que vaga sin rumbo alguno
pero que permanece ahí, quieto, sin saber a dónde se dirige
ni qué propósito le deparará la vida.

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Poema escrito en momentos en los que una intentaba encontrarse a sí misma.
24/06/08