- Tenemos que cambiar el mundo... - prosiguió -. Dejar esta sociedad esclavista que nos mutila a los de abajo; debemos ser libres de nuestras vidas, debemos conseguir la felicidad. No puede ser que haya niños muertos de hambre, ni ancianos que mueran trabajando para otros... No puedo permitir que haya niños que sean separados por sus padres, y tampoco que los padres vean morir a sus hijos... Tu jefe era una pieza en ese sistema que maldice el destino de las personas. Aunque he de admitir, que lo que estoy haciendo ahora se aleja de mi propósito. Perdona, este caso es especial. Es por venganza.
El hombre pestañeó, sorprendido. Había seguido el hilo del monólogo, pero le desconcertó el cambio de sus pensamientos.
- Pues la estás llevando bien... - masculló -. Me estás haciendo sufrir tanto física como mentalmente.
Ella rió con sarcasmo. Aún siendo un moribundo, parecía tener más que suficiente vida. La tranquilidad con la que le respondió le asombró. Comprendió que aun sus malos actos, también podía ser un hombre agradable. Le pareció doloroso ese pensamiento, porque de ser así, estaba terminando con una vida que tal vez tuviera valor. Se sintió mal al pensar en el posible error que había cometido al creerse merecedora de juzgarlo.
Capítulo 18.
Monstruo y Dios de la Muerte
Memorias de una Tragedia