jueves, 29 de marzo de 2012

Diferentes puntos de vista

“No sé si alguna vez podré olvidar a aquellas personas que me dejaron de lado... No sé si podré dejar de echarme a mí misma la culpa de ello... Lo más triste es, que mientras yo sigo recordando a esas personas que tan importantes han sido para mí, ellas no se acordarán de mí, seré como un leve suspiro sin importancia... Odio esa diferencia de perspectiva...”

lunes, 26 de marzo de 2012

Enfrenta al camino que tienes frente a ti

Aún todo el dolor que podamos sufrir, siempre podemos tirar adelante. La vida nos pone pruebas cada día, que nos hará cambiar de rumbo. En nuestra mano está si hundirnos en la miseria, dejándonos convencer por el miedo, o si luchar como valientes, y mantenernos de pie y vivir nuestras vidas.

La vida, es una quimera. Puede parecer fácil y hermosa, pero fácilmente puede convertirse en un monstruo que nos consume. Mientras aceptemos esa realidad y seamos conscientes de lo que queremos conseguir, podremos mantener un rumbo, nunca fijo, pero que se adapte a lo que nosotros queramos.

Si aceptamos con nuestro corazón esa aventura, la vida puede ser excitante. Y podemos topar con el ángel de la esperanza y ver que nuestro viaje termina en un puerto de luz.



domingo, 25 de marzo de 2012

Fragmento Loca Libertad

"Cuando la noche cae, mi espíritu desaparece. Se destruye bajo la presión del dolor que me causa esta soledad que no me deja ver nada más que la oscuridad. Y nada más que esto es lo que se cierne sobre mi futuro. Porque lo he vivido. Porque lo he sentido. Porque lo he visto.

Siempre perteneceré a la oscuridad. Ella me llama, ella me necesita y yo no puedo huir de ella, aunque lo intente con todas mis fuerzas... He pasado más tiempo en este lugar oscuro  que en mi propia casa... Ya ni siquiera la recuerdo... Ya ni siquiera sé cómo es sentir el calor del sol en mi piel. Ni la suavidad de las sábanas, ni el sabor del té ni del pan recién hecho… no recuerdo cómo era sentirse tranquila y protegida… Estoy harta de vivir aquí…

Deseo la muerte antes que la vida que tengo, llena de sufrimiento, de torturas, de dolor... Quiero el descanso, quiero paz. Ansío la tranquilidad de un hogar, de la comodidad, del amor...

Quiero poder dejar esta lucha matutina contra un destino que tengo en contra... Quiero acabar con esta guerra en la que no he conseguido ganar ni un asalto."

º º º

1. ÁNGEL ENCERRADO EN LA OSCURIDAD


La oscuridad reinaba en la espaciosa sala de piedra. Sólo la luz de la luna que provenía de una pequeña ventana con barrotes alumbraba la habitación llena de celdas. El silencio regía en ella, cortada a veces por susurros o algún que otro grito de dolor de los allí presentes. Todos soñaban con ser libres de aquella pesadilla. Estaban tan indefensos y exhaustos que los trabajadores cuidadores ni siquiera los ataban ya con los grilletes.

La puerta de la sala contigua se abrió, produciendo un ruido que sobresaltó a todos los encarcelados, y les hizo entrecerrar los ojos para distinguir a la mujer que caminaba por el pasillo de piedra fría y gris que dividía la sala en dos filas de celdas. Todos la seguían con la mirada, esperanzados de que fuera una compañía o una salvadora.

La mujer se detuvo frente a la quinta celda de la sección derecha de la sala. Un suspiro de tristeza recorrió la sala. Muchos de los encarcelados esperaban una charla con alguien del exterior, aunque fuera por un minuto, sólo para hacer algo distinto. Estar encerrados en celdas de no más de diez metros cuadrados y rodeados de chalados no era muy gratificante. La voz de la mujer dirigida hacia una joven resonó en toda la espaciosa sala, aunque no hablara demasiado alto.
-   Tenemos que hacerte una revisión – anunció la mujer. La chica, sumisa en sus pensamientos, levantó la mirada y se concentró en ella. La mujer, que aún no se había acostumbrado a ver a una persona tan joven encerrada allí, vaciló en si acercarse más a la chica, pero se lo pensó mejor y no se movió. Le habían avisado que no se acercara demasiado a ella –. ¿Cómo te encuentras, Lena?

En la oscuridad, la mujer vio que la chica se movía, sigilosa como un gato y con pesadez. Un destello de malicia la hizo percatarse de lo aterradora que podía ser la muchacha, que poco a poco y sin vacilación, cruzaba los pocos metros de su celda y se acercaba a ella, sujetando los barrotes que las separaban con sus dos manos y poniendo su cara lo más cerca que pudo de la mujer.
-   ¿Cómo cree que me encuentro? – susurró con una voz casi imperceptible. La mujer podía notar el odio que la chica albergaba, y sabía que, si la celda llegase a estar abierta, se hubiera lanzado contra ella con una velocidad apabullante y la habría atacado, aun pareciendo débil.  La chica tardó un rato en volver a hablar, con voz más fuerte –. Llevo encerrada aquí más de doce días, alimentándome de no-sé-qué, que sinceramente, preferiría no haber comido nunca... Tengo todo mi cuerpo agarrotado de estar atada con esos grilletes... Me duele la cabeza más que nunca y no me he dado contra una piedra porque no tengo agallas para ello... Siento que llevo aquí una eternidad... Y no sigo hablando porque no puedo del cansancio que tengo...

La mujer no se movió, ni hizo ningún ademán de volver a hablar. Miraba el rostro de la muchacha que tenía delante, pálido y lleno de cortes. Supuso que para contrarrestar algún otro dolor se había arañado la cara. Muchos de sus compañeros habían visto a los encarcelados provocarse heridas. Aquella joven, además, era la que más daño se hacía a sí misma. Muchas veces se la oía golpearse contra algo, después de que se la llevaran los de más arriba. La mujer no sabía qué era lo que le hacían a aquella chica, pero debía de ser algo tremendamente doloroso para hacerla llegar a tales extremos.
-   Todos nos sentimos así... – continúo la muchacha. Se separó de los barrotes y caminó hacia la pared de su celda –. Francisco hace días que no me habla y no puedo conversar con nadie... Y el grandullón de enfrente no deja de hablar en sueños... No puedo dormir y mi mente no deja de hacerme recordar cosas que quieren que no crea... ¡Y USTEDES NO ME DEJAN IRME! – gritó, con tal fuerza que sobresaltó a la mujer. Se hizo el silencio. Después, el ruido de un golpe contra la pared –. No me dejan descansar... ninguno de ustedes – murmuró. La mujer notaba que golpeaba la pared con las palmas de sus manos.

Un ruido en la sala continua, un pitido, la hizo recordar que debía volver a su trabajo y sacar a la chica de allí y llevarla hasta el médico que la esperaba. Sacó una llave de entre su bolsillo izquierdo de la chaqueta y se dirigió a la chica con voz autoritaria:
-    Ahora debo llevarte. Date la vuelta y junta tus brazos. Quédate quieta hasta que yo te lo diga.

La chica giró la cabeza lentamente, mirando a la mujer con superioridad. No se movió. La mujer, al otro lado de los barrotes de la celda, pareció desesperarse.
-  ¡Te he dicho que te des la vuelta y juntes los brazos! – exclamó alterada. La chica sonrió, lo que extrañó a la mujer. A continuación, hizo lo que le mandaba. La adulta, desconfiada, abrió la puerta lentamente. Al abrirla lo suficiente como para poder pasar, la mujer entró en la celda, sin apartar la mirada de la joven. Sabía que si se descuidaba un instante, por corto que fuera, podría ser suficiente para que la presa se escapara. Al fin llegó hasta la muchacha y, sacando unos grilletes de otro de los bolsillos de su chaqueta, ató el brazo derecho de la chica junto con el izquierdo y el otro extremo del grillete se lo ató a sí misma. Así, la chica no podría escapar, se convenció –. Vamos, te están esperando – murmuró junto a su oído, obligándola a caminar. La mujer se fijó en que a la chica le costaba, realmente parecía exhausta.
- ¿Usted no podría dejarme marchar? – comentó al salir de la celda. Los demás retenidos las observaban avanzar por el pasillo de piedra –. Le pagaré lo que sea, mi familia tiene mucho dinero... ¡No tendrá que trabajar aquí nunca más! – exclamó con fingida jovialidad. La mujer sonrió.
-  Me encantaría poder dejarte salir, y me encantaría recibir la cantidad que me darías de dinero; pero pequeña, eres un peligro para la gente y para ti misma... Por eso tu familia aún no te ha sacado de aquí – dijo la mujer, en voz baja. No se le permitía hablar con ninguno de los presos. Pero por una extraña razón, su costumbre de no incumplir las reglas no funcionaba con aquella chica –. En serio, me gustaría poder ayudarte, pero no puedo...
- Hmm.... – murmuró la chica, triste. Luego, súbitamente su ánimo cambió y sonrió ampliamente –. Llegará el momento en el que sí necesitaré su ayuda, y me ayudará, lo verá... – dijo, mirando a la mujer. En ese momento, llegaron junto a la puerta abierta que conectaba con una sala pequeña y llena de luz. Ambas atadas con los grilletes, se mantuvieron mirando un largo rato. La mujer comprendió, perdida en la mirada de aquella joven, que lo decía en serio. Aquella chica sabía algo que nadie más conseguía ver. 

Las puertas de la sala se cerraron solas cuando entraron, dejando la habitación de celdas completamente a oscuras. La mujer, entonces, condujo a Lena a la habitación que ella llamaba como “la sala de la tortura”.

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Horas después, Lena salió acompañada de un hombre, que la llevaba en brazos. Lena estaba desmayada y tenía la cara magullada. Tenía arañazos, provocados por sí misma y las uñas manchadas de sangre.

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La oscuridad volvía a reinar en la sala de las celdas. Nuevamente, Lena volvía a estar tumbada en el suelo de piedra de su celda personal- Tenía las muñecas atadas nuevamente con los grilletes a la pared. No le quedaban fuerzas ni para intentar deshacerse de las ataduras.

Siempre era lo mismo. Cada vez que la sacaban de la celda pasaba por lo mismo. El mismo interrogatorio con las mismas preguntas “cómo te encuentras”, “¿qué día crees que es hoy?”, “¿cuánto llevas aquí?”, “¿sigues viéndolos?”... Lena ya mentía automáticamente. No podía decir la verdad, porque entonces sería peor. Pero los médicos notaban que no lo decía muy segura, y volvían a imponerle su tratamiento.

A Lena se le erizaba el pelo con sólo recordarlo. Había pasado por lo mismo en tres ocasiones en lo que llevaba de vida. Y aún no se había acostumbrado a ello. El que la metieran en aquella pequeña sala de cristal, la ataran sobre un tablón de mármol con unos lazos mágicos con las que no podía soltarse, y todos los días, el mismo hombre que penetraba en su mente sin su consentimiento, revolviendo sus recuerdos, sus sentimientos... Aquel terrible dolor de cabeza que la dejaba sin sentido... Los gritos de su madre, de su tía, los suyos propios... Los llantos de cuando era pequeña en los interrogatorios en los que la hacían creer que lo que ella veía no era real... Sólo una ilusión proyectada por su mente traumatizada, mientras que su madre le decía que sí era cierto, que aunque ella una vez no lo creyó, había cambiado de parecer tras lo que había pasado…

Al final, Lena tuvo que sucumbir a la mentira. Era lo más fácil, lo menos doloroso. Soportaría la tristeza de su madre y mentiría sobre ella. Diría que no la veía, aún y cuando la tenía justo a su lado. Sólo así los médicos la dejaban en paz. Pero aquello nunca tenía fin.

Cuando el médico dejaba de hurgar en su cabeza, la soltaban. Ella no aguantaba el taladrar en su cabeza removida. Los recuerdos que había querido ocultar salían a la superficie. Por eso llegaba a tales extremos de golpearse y arañarse para contrarrestar el dolor. Ya no era que aquellos hombres la pegaban para que admitiera que lo que veía no era real, sino que ahora era ella misma la que se torturaba a sí misma. Por eso los médicos habían dejado ese camino. Porque Lena ya no sentía tanto dolor como antes en su cuerpo. Lo que más le dolía era su mente. Y aquellos sucios médicos lo usaban para hacerla asentir a la fuerza.

Lena quería morir o escapar de allí. Dos opciones igual de difíciles de cumplir. Ella no se sentía capaz de dar fin a su vida. Y no sabía cómo escapar. Al menos, por el momento. Su plan estaba meticulosamente calculado, pero había cabos sueltos sin resolver. Y para ello necesitaba un poco más de tiempo. Tiempo en el que seguiría siendo torturada día tras día. De ocho y media de la tarde a once y media de la noche. Día tras día, hasta que ella sucumbiera a la verdadera locura.

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Lena por fin abrió los ojos en el momento en el que Francisco, compañero de la celda contigua a la suya, empezaba a murmurar.
-   La luna llena me encanta, ojalá pudiera ver todo su esplendor...

Lena permaneció callada, con los ojos entrecerrados, intentando vislumbrar algo. Francisco no dejaba de murmurar cosas que Lena no entendía. Había intentado entablar conversación con el español, pero no conseguía más que entender unas pocas palabras de su vocabulario. Al hombre le pasaba lo mismo cuando ella hablaba. Habían encontrado la forma de mantener una conversación, pero no siempre conseguían entenderse completamente.

Lena comprendía que le hablaba de la luna. A Francisco le encantaba la luna. Lena suponía que había trabajado en algo relacionado con el satélite, porque hablaba como si tuviera infinidad de conocimientos sobre ella, y parecía muy emocionado cuando lo contaba. Aunque no le entendía, Lena siempre lo escuchaba hablar.

La luna iluminaba cierta parte del pasillo. La luz penetraba por los barrotes de una ventana, lo único que los conectaba con el exterior.

«Un momento...», se dijo Lena a sí misma. En el fondo de su memoria, una idea cruzó por su mente. «El exterior. ¡Claro! ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?». Aunque las cadenas la aprisionaban contra la pared, Lena se esforzó para poder llegar a los barrotes de la celda, para así poder mirar el pasillo. Como pudo, acercó su cara y observó la ventana que había al final del pasillo. Sus ojos centellearon de la alegría. ¡Había esperanza!

Por fin, su plan podía ser llevado a cabo. Pero debía asegurarse de algo.
-   Oye, Francisco, cuando te trajeron, ¿por qué lado llegaste? – preguntó dirigiéndose al español. Éste se calló y se mantuvo un rato callado.
-   Por el sur. Había un bosque rodeando el edificio. La luna lo alumbraba todo.
-  Y si miras a tu derecha, ¿la ventana a qué lado da? – preguntó a continuación. Sonreía, cosa que no pasaba muchas veces. Suponía la respuesta y si era la que esperaba, volvería a reír durante mucho tiempo.
- Supongo que al bosque – respondió el hombre sin apenas inmutarse. Volvió su cara a la joven, sorprendiéndose al verla sonreír –. ¿Por qué lo preguntas?
-   Necesito tu ayuda – lo cortó la muchacha, caminando como podía hasta los barrotes que lo separaban con el español. Se agarró con las dos manos a una barra y se acercó lo más que pudo a él. Murmuró en voz baja: –. Necesito que me ayudes a crear un escándalo. Y debes golpearme, como si quisieras matarme.

Francisco la observó confuso. Ella comprendía que lo que le pedía debía de resultar extraño y difícil de asimilar. Estaba segura, además, de que el pobre hombre se estaría preguntando en si había entendido correctamente lo que le pedía, ya que no estaba demasiado segura de que él comprendiera su idioma. Sin embargo, al rato, el hombre pareció asimilar su petición, sonriendo con diversión.
-   Eso no será ningún problema – comentó divertido, cogiendo una de las piedras que mantenía reunidas en un rincón de su celda. Lena lo había visto usarlas para crear pequeños monumentos en los momentos en los que le volvía la cordura y parecía aburrirse. Sonriendo con malicia, jugó con la piedra –. Aunque tal vez, esto te haga daño…

Y sin decir nada más, lanzó la piedra a través de los barrotes, sin darle oportunidad a la muchacha de esquivarla, acertando en su cabeza. Perdiendo el conocimiento, Lena cayó al suelo, golpeándose la cabeza contra el suelo. Acto seguido, la habitación se llenó de gritos.

No era de extrañar que se montara tal barullo en la sala. Normalmente, se montaban barullos como ese varias veces al día. Pero aquella vez sonaba diferente. Sonaba más alarmante. Los enfermeros notaron que no eran dos o tres personas las que gritaban, sino que, por la magnitud del sonido, parecía que la sala entera estaba gritando.

La enfermera que a media tarde había entrado en la sala para llevarse a Lena se asomó a la habitación, comprobando que varios de los internados señalaban histéricos una de las celdas. Bajo la luz de la luna, la mujer pudo vislumbrar un cuerpo tumbado en el suelo, bañado con lo que le pareció que era sangre.
-  Necesitamos personal, se ha producido un desequilibrio en la sala 406. Que traigan sus varitas. Habrá que aturdirlos, parecen muy alterados – dijo uno de los hombres, mirando por la pantalla de la sala iluminada –. Abra la puerta, voy a entrar...
-  ¡Hay un cuerpo herido! – lo interrumpió la mujer, reconociendo a la joven chiquilla que había llevado consigo.

Tras oírse un pitido, la puerta se abrió y la mujer, junto con otros cinco enfermeros, entraron en la sala llena de gritos.

La luna centelleaba con todo su potencial por la ventana con barrotes, alumbrando las celdas, en la cual una muchacha de diecinueve años parecía descansar en el suelo de piedra, sin vida alguna.



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Esto es lo poco que escribí hasta el momento de "Loca Libertad". Es una historia planteada, más o menos, pero que no tengo intención de escribir en mucho tiempo, ya que necesito mejorar en varios aspectos. Aún así, leído como relato, me parece interesante. 

Para más información sobre la historia, consultar el apartado "Loca Libertad", donde recogeré la información de lo pensado hasta la fecha - cómo no, sin revelar ningún secreto importante. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Juegos de papá y mamá

Yo tenía un pájaro muy bonito, que mi padre me regaló por mi cumpleaños. Era azul, tenía unas alas muy bonitas y no dejaba de saltar de un lado a otro de la jaula en la que vivía. Pero un día se escapó. Recuerdo que mamá estaba en la cocina, limpiándola, gruñendo como siempre lo hacía cuando le tocaba limpiar la jaula del pájaro que papá me regaló. Siempre decía que le tocaba hacerlo todo a ella, incluso después de haberse separado, le tocaba arreglar cosas que papá dejaba. Yo no entiendo muy bien por qué se quejaba, si sólo tenía que rascar la suciedad que el pequeño pajarillo dejaba... Yo podría haberlo hecho, si ella me hubiera dejado... Pero ella siempre decía que no... Que yo era muy patoso y podría hacer algo mal... Aún sigue diciéndome cosas así; eso me entristece. Papá siempre me deja hacer muchas cosas cuando estoy con él. Hace una semana, cuando pasé el fin de semana con él, me enseñó a disparar contra unas latas. Fue muy divertido. Pero cuando mamá se enteró, le echó la bronca a papá por haberme dejado disparar un arma. Él le dijo que se callara de una vez, que por un fin de semana que estamos los dos que le dejara hacer las cosas a su manera. Y siguieron con su juego de griterío. Aún no me acostumbrado a ella, aunque lleven unos cuantos años así... Muchas veces me he metido en sus gritos, cansado de no poder dejar de oírles. Siempre se paran un rato, dejan de mirarse, y se callan. Luego, yo desaparezco de la cocina y me pongo a jugar con algo, pero al rato, vuelven a hablar y siguen con su juego. Creo que ya he entendido cómo es...

Entre semana, mamá me cuida, me lleva al cole, se va al trabajo, me recoge para comer, vuelve a llevarme, vuelve a recogerme y pasamos la tarde juntos, comprando en el súper o haciendo mis deberes. A veces, jugamos los dos a mis videojuegos. Mamá es muy divertida. Al final, llegan los sábados. Esos días, mamá se levanta temprano, recoge la casa y me prepara algo para desayunar. Antes de que lleguen las diez de la mañana, ya está murmurando cosas que yo no llego a entender, es como si hablara en otro idioma o algo... Luego llama a una amiga suya, que es una psicóloga o así, no sé, nunca la he conocido en persona... Y al final, llegan las once de la mañana, y el timbre de la calle suena. A esas horas yo ya estoy listo y preparado para ir con papá hacia una nueva aventura, como él lo llama. Siempre que me recoge trae algo para mí. El pájaro que una vez se escapó es uno de los regalos que me ha hecho, y mi favorito. Me lo trajo de un viaje que hizo. Mamá refunfuñó como muchas otras veces y papá y ella hablaron un rato, bastante bajo dentro de lo que cabe. Siempre hacen lo mismo, hasta que papá me dice que recoja lo que necesite y después de darle un beso a mamá, los dos nos vamos.

Paso parte de los sábados y domingos con papá, en su casa y con una amiga suya que se llama Teresa. Siempre hablan de cosas que yo no entiendo... A las noches suelen irse los dos, y me dejan viendo la tele. Me gustan las películas que ponen en antena tres, pero no me gusta que haya tantos anuncios. Cuando acaba la película, suelo ir a mi habitación, no sin antes pasar por el baño y levarme los dientes. Mamá dice que hay que mantenerse limpio, y que tener los dientes limpios es muy importante. Luego me entretengo un poco con unas pastillitas que papá guarda detrás del lavabo, que creo que no sabe que sé donde están, pero son muy bonitas, con sus diferentes colores y tamaños. Parecen caramelos... Una vez probé una por curiosidad, pero no he vuelto a comerlo porque me dolió mucho la cabeza y la tripa, y lo pasé mal... Y al final me voy a la cama. Papá y Teresa vuelven hacia las cuatro. Sé cuándo vienen porque siempre hacen mucho ruido, y no dejan de armar barullo hasta media hora o así después. Después de algunos murmullos y ruiditos en su habitación, todo se queda tranquilo y yo vuelvo a dormirme. Los domingos, papá siempre me lleva de excursiones y me enseña cosas nuevas. Pero a la vuelta, mamá siempre espera, enfadada como siempre porque papá se olvida de las horas impuestas por el juez. Papá siempre hace bromas con ella y se ríe, pero mamá nunca le coge la gracia y le chilla. Es la única que no se ríe con papá. Aunque yo no entiendo muy bien de lo que hablan, cuando papá se ríe, yo también lo hago. Si no fuera gracioso no se reiría, ¿no? Mamá me manda a mi cuarto para recoger mis cosas y se pasa el rato que recojo jugando con papá a su juego de a ver quién grita más alto. A veces me duelen los oídos de su volumen y salgo para decirles que paren, que ya han ganado. Es cuando se callan. Cuando acabo de recoger mis cosas, mamá me agarra de la mano y me saca de casa. Papá se despide de mí y mamá y yo nos vamos a su casa. Allí, mamá vuelve a murmurar cosas que no entiendo.

Un día en los que volví a casa, mamá me dijo que el pájaro que papá me regaló se había escapado. Yo lloré. Cuando papá lo supo, llamó a mamá y pasaron más rato de lo habitual con su juego. Hasta que al final, papá se picó y pegó a mamá. En el cole siempre nos dicen que pegar a los demás es malo. Luego se fue de casa. Yo estaba en la sala y corrí a la entrada para decirle que en el cole, cuando nos peleamos, la profe nos manda a disculparnos y darnos un beso. Papá no me escuchó y se fue. Al día siguiente, la jaula del pájaro tampoco estaba. Mamá tenía un moretón en la mejilla igual a los que me salen a mí en las rodillas cuando me caigo. Me reí de ella, y le dije que qué caída más rara había tenido si se había caído de morros al suelo. Mamá no me dijo nada.

Los juegos de papá y mamá son muy raros, creo. Tal vez son los únicos que juegan a ese juego inventado por ellos. Lo digo porque cuando voy a casa de Miguel a dormir, sus padres nunca juegan a eso. Y Miguel me dice que nunca los ha visto jugar a eso. Los padres de Tania y Víctor tampoco.

Sí, el juego de mis padres es muy extraño. Espero no tener que jugar yo tampoco, porque un día en el que me metí papá me pegó a mí. No dejé de llorar toda la noche, hasta que mamá le gritó a papá y él nos mandó callar a los dos. Y se fue. Al día siguiente, papá me regaló una tortuga como disculpa. Se llama Juan. Le he puesto el mismo nombre que le quise poner al pájaro que se escapó.

A Juan tengo que cuidarlo yo, porque mamá no quiere. Una vez, la pille intentando tirarla por el retrete. No le he dicho nada a papá, porque no quiero que vuelva a casa fuera de su tiempo estipulado por el juez. Jeje. Es una de las palabras raras que he aprendido de mis padres. Aunque no sé lo que significa. Pero siempre que alguno rompe ese acuerdo, el juego va a peor. Y no quiero volver a jugar yo también.

sábado, 17 de marzo de 2012

El eco de la muerte

El grito de la traición retumba en el olvido.
El grito del temor retumba en los corazones.
El grito de la vida se escapa de los labios
y se torna frío como el hielo, mientras el velo negro de la muerte apaga las cálidas llamas que alumbran el camino y nos llena de alegría…

            “La tierra se comerá mi cuerpo;
            mi ser desaparecerá;
            pero estas palabras permanecerán.
            Día tras día, hasta que alguien las escuche y las entienda…
            Permanecerán en tinta sobre el papel trabajado.
            Éste lo pudrirá el tiempo, y desaparecerá,
            pero el eco de las palabras que aquí habitan continuará fluyendo en el infinito…

            Mi espíritu volverá para que alguien recuerde el dolor, el temor, la traición de la vida, la muerte y la pérdida…

            Porque la vida consisten en perder y decir adiós…

            Aquel que nunca ha sido abandonado, sólo le digo:
“vaya suerte amigo”.
            Y al que lo haya sufrido:
“lo enterrado acaba desenterrándose… no intentes olvidar el dolor; éste siempre vuelve para fastidiarte la vida”.
           
Pobre perdedor inocente… La muerte nunca olvida… La pérdida siempre está a la espera del primer paso. Sólo dale una excusa, y vendrá a ti…”.



jueves, 15 de marzo de 2012

Tanpati, azkenean irabazi

Iluntasuna gela osoan barrena… Ia ez zen leihoetatik argirik sartzen, egunkari paperez estalita, baita hautsez eta beste zikinkeriez ere. Zakar pila lurrean botata, izkinetan pilatuta.  Bertan norbait bizi izateak ezinezkoa irudituko liezaioke pertsona bati, eta harriduraz hartuko luke berton gizon bat koltxoi moduko baten gainean etzanda ikusteaz. Garaje antzeko txerritegi zikin eta ilun horretan, tabakoa erretzen ari zen Jaime, airea keaz betez. Etzanda zegoen koltxoi antzeko horren inguruan, erretzen zegoen zigarro marka berdineko mutxikin ugari zegoen botata. Benetan, bizitzeko leku bat baino, abandonatutako zabortegia zirudien hark…

Iluntasunean barrena, telefono baten deia entzun zen, isiltasuna hautsiz. Harrituta, Jaime telefonoaren bila hasi zen, lurreko paper eta zaborren artean, aparatuaren soinua gertuago entzunez. Bi tonu, hiru tonu, lau tonu… Azkenean, telefonoa aurkitu eta aurikularra hartu zuen, bere belarriaren pare jarriz. Nor demontre deituko ote zion? Berriz ere alokairuko gizonak, dirua eske? Emakume baten ahotsa entzuteal, telefonoaren beste aldean, izugarri harritu zuen gizona.

 -Bai, nor da? – galdetu zuen ahots zakarrez. Emakumea, ahotsaz beldurtuta bezala, beste aldetik erantzun zuen:
  -Bai, barkatu, Rosa Delfos dut izena. Zeragatik deitzen dizut, zure txakurrarekin arazo bat izan da eta arazo hori konpontzeko etorriko zinela eskatu nahi nizuke – isiltasuna gizonaren partetik, isiltasun luze eta sakon bat. Emakumea, gizona entzun ez ziola pentsatuz, han jarraitzen zuen galdetu zion.
  -Bai, hemen nago… – erantzun zuen gizonak, ahots zorrotz eta hotzez. – Barkatu Rookok egin duenagatik, jada ez dakit zakur alu horrekin zer egin… –barkamena eskatu zuen gizonak, txakurrarengan amorrua sentituz. Emakumea, beste aldean, sentimendu horretaz ohartu eta lasaitzeko eskatu zion, hitz egin behar zutela esanez. – Berehala joango natzaizu, non elkartu gaitezkeen esaten badidazu behintzat…

Emakumea, harrokeriaz, herriko kalerik aberatsena izendatu zuen, etxearen zenbakia emanez. Jaime korapilo bat estomagoan zuela sentitu zuen. Hara bada, txakurrak herriko jende aberatsenari arazoak eragin zizkiola! Emakumeari han egongo zela ziurtatuz, telefonoa eseki zuen, segidan barre hotz bat atereaz, sarkasmoz betea.

Arropa gordeta zuen poltsa zaborra artetik berreskuratuz, zuen arroparik dotoreena atera egin zuen, emakumeak berataz gaizki pentsa ez zezan. Behar zuen bakarra berataz txarto hitz egitea zen, zakurrak sortutakoaz aparte!

Jantzitako arropa koltxoiaren gainean botaz, behin txuri izandako alkandora jantzi zuen, zimurtutako galtza beltz eta txaketa beltz batzuekin batera. Ahal zuen bezala, ilea pixka bat orraztu zuen, bizarrarekin zerbait egin zuen eta begiak igurtziz, begi-zuloetan pilatutako makarrak kenduz, handik atera eta Rosa Delfosen delako emakumearen etxera abiatu zen, gertatutakoa zer izan zitekeen bere buruari galdetuz.

Hain ezberdina ziren emakume hura bizi zen kaleko etxeak bere bizi zen garaje horrekin konparatuz! Herri berean horrelako diferentziak nola egon zitezkeen galdetzera eramaten zuten, ahoa izugarri irekia uzten duen horrelakoak, liluraturik. Hura bai aberastasuna! Jaime miserable hutsa zen horrekin konparatuz!



Txirrina jo bezain laster, gizon trajedun batek kaleko atea ireki zion, goitik beherako begirada galdetzaile batekin, Jaime analizatzen balego bezala. Jaimek amorrua sentitu zuen bere barrenean. Gizon trajeduna sartzen utziko ez ziolarik pentsatuta, bertara joatearen arrazoia kontatu zion. Bukatu zuenean, trajedunak buruarekin erreberentzi moduko bat egin zuen eta segi zezala eskatu zion Jaimeri, etxean sartzen utziz. Behin atea itxi zuenean, izugarri luzea zen korridore batetik eraman zuen gizon gizajoari, bera bizi zen txerritokiaren bikoitza zen gela batera eramanez. Han, kolore gorrizko eserleku batean, Jaime deitu zuen emakumea zegoen eserita, gizonaren zain. Bere ondoan, hamabi bat urteko neskatila zegoen zutik, oso dotore jantzita, nahiz eta negarrez zegoela iruditzen zuen. Gelaren izkina batean, mahai txiki bati soka batekin lotuta, Rooko, bere txakurra, zegoen.

  -Eskerrik asko hain azkar etortzeagatik, jauna – esan zuen emakumea, eserlekutik altxatuz. – Mesedez, eseri zaitez, gertatutakoa esplikatzen dizudan bitartean – gaineratu zuen, gelan zegoen beste eserleku bat seinalatuz.

Emakumeak esandakoari jarraituz, Jaime hara eraman zuen gizonaren ondotik aldendu eta leku hartu zuen. Emakumea, eskuaren mugimendu batekin, gizon trajedunari joan zedin agindu zion. Honek, buruarekin erreberentzi bat egin ostean, handik joan egin zen, atea bere atzetik itxiz. Rosa lehen eserita zegoen lekura itzuli zen, gertatutakoa azaltzen hasiz.

  -Txakurrak zeraman txapan zure telefono zenbakia ageri zen, horrela kontaktatu dut zurekin – azaldu zuen emakumeak, gizonak galdera buruan bazuen erantzun ahal izateko. Honek, ulergarria bailitzan buruarekin baietza eman zion. Puntu hori azaldua zegoela ondorioztatuz, hurrengo puntura pasa zen emakumea: –. Begira, jauna, ez dut esan nahi zuk errua duzula, zeren denok badakigu bakoitzaren animaliak batzuetan ezin direla kontrolatu, izan ere, animaliek beren sen propioak dituzte eta nahi dutena egiten dute gehienetan, baina zure txakurrak arazo oso latza sortu dio nire alabari – esan zuen, bere ondoan zegoen neskatila zuzenduz. – Nire Maider txikia opari baten bila joan zen, lehendik enkargatua zuena, eta etxerantz zetorrenean, zure txakurra nire alabaren gainera jausi egin da, kosk eginez eta segituan, eskuan zeraman poltsa eskuen artetik erori zaio, lurrera eroriz… Bera konturatu zenean, poltsa eta txakurra desagertua zeuden.

Isiltasun luzea egon zen gelan, emakumea gizonaren erantzun baten zain. Gizona, egoera analizatu ondoren, emakumeari galdetu zion, han kabu bat lotu gabe zegoela pentsatuz:

   -Nola jakin dute nire txakurra izan dela?

Emakumeak barre txiki bat egin zuen, harrokeriaz. Sinesgarritasunez, hurrengoa esan zion:
  
   -Nire alabak oso memoria ona du, herrian mundu guztiak daki. Ezagun batek negarrez aurkitu zuenean, txakurraren bila hasi ziren, eta aurkitu eta hona ekarri zuten. Gainera, herriko jende gehienak duen txakurrak ezagutzen ditugu eta orain arte ezagututako inor ez zaio inoiz nire alabari jausi…

Jaimek ez zekien zer egin. Haserrea sentitzen zuen, zer egingo zuen ez zekielarik. Emakumea eta alaba harrituz, gizona bere lekutik altxa eta txakurrari hurbildu zitzaion, eta bien ustekaberako, txakurra indarrez hankarekin jo zuen, hau negarrez utziz.

  -Zenbatetan esan behar dizut horrelakorik ez egiteko? – oihukatu zion Jaimek txakurrari.

Rosa eta alaba txakurrarenganako kezka sentitu zuten, beldurra. Gizonak oihukatzen jarraitzen zion bitartean, Rosa beragana hurbildu zitzaion, lasaitzeko eskatuz. 
  -Barkatu – eskatu zion gizonak emakumeari. – Opariaren ordainetan dirua emango dizut… Zer zen erositakoa? – galdetu zion neskatoari, sentitzen zuenaren aurpegiarekin. Lotsaturik, neska erantzun zion:
   -Aitak lehendik eskatu zuen bitxi bat zen… amarentzako oparia.
   -Ene Jesus! – murmurikatu zuen emakumeak, desilusio aurpegia jarriz. Bazirudien berak ez zekiela oparia hain garestia zela, eta gutxiago berarentzat. Jaime, hala ere, izan zen kezkatuena, zer esan ez zekielarik.
  -Ongi da… -murmurikatu zuen, arnasa hartu ezinik. – Hurrengo astean hilabeteko soldata emango didate, esan zenbat kostatu zaizun eta hurrengo astean falta gabe ematen dizut. –ziurtatu zuen gizonak. Neskak prezioa esan zionean, bihotzekoa emango ziola iruditu zitzaion emakumeari, jarritako aurpegiagatik. – O-ongi da… Ondo da… Hurrengo astean dirua bueltatuko dizuet… Hurrengo astean, bai…

Emakumeak pena sentitu zuen gizonagatik. Pertsona ona zirudien, eta diru kantitate hura itzularazi behartzeak pena ematen zion. Hala ere, ezin zuen ezer gertatu ez balitz hura horrela utzi, bere senarrak diru ugari utzi baitzuen oparia erosteko…

Rosari txakurra askatzeko eskatuz, sokatik hartu zuen txakurra, mugitzea aginduz. Diruarekin itzuliko zela berriz ere esanez, Jaime handik joan egin zen.

Nahiz eta gizonak dirua jasoko zutela ziurtatu, bai emakumeak eta bai honen alabak kezkaturik sentitu ziren. Gizon horrek mesfidantza ematen zien, nahiz eta pertsona tratagarria izan, zerbait ez zegoela ondo sentiarazten zien. Gainera, txakurrari zerbait gertatuko zitzaiola beldur ziren. Hala ere, ezin zuten ezer gehiago egin, itxoiteaz aparte…



Jaime eta Rooko beren etxera ailegatu ziren azkenean. Gizona isilik mantendu zen bide osoan zehar, txakurrari ezer esan barik, bere pentsamenduetan murgildurik. Txakurra zaunkarik egin gabe jarraitu zuen nagusia, eta hau bizi ziren garajearen atearen aurrean gelditzen, berdin egin zuen. Rookori zuzenduz, Jaimek txakurra askatu zuen, emakumeak jarritako soka lepotik kenduz. Buruarekin keinu bat eginez, txakurra korrika hasi zen, nagusia segika zuelarik.



Gaueko hamaikak aldera ziren. Isiltasuna eta iluntasuna kalean barrena, inor bertatik ez zegoelarik. Bi presentzi bakarrik, gaueko babesarekin. Jaime Rookoren atzetik ibili zen, honek parke zahar batean gelditu zen arte. Segidan, txakurra lurra aztarrika egiten hasi zen, bertatik poltsa bat atereaz. Jaime, zakurrari begira egon zela, Rookori hurbildu zitzaion, honek poltsa ematen ziolarik. Poltsa ireki eta barre maltzur batez, poltsa barruko bitxia hartu zuen.

Txakurra alai zegoela zirudien, isatsa mugitzen zuen bitartean, belarriak tente-tente. Jaime txakurrari zuzendu eta kolpe maitagarriak eman zizkion animaliari, barre egiten zuen bitartean.

  -Lan ona egin duzu, Rooko… -zoriondu zuen Jaimek, laztantzen zuen bitartean.

Herri horretan jada ez zuten ezer gehiagorik behar…

miércoles, 14 de marzo de 2012

Protector de Inocencia

Uno no habla. Uno procura pasar desapercibido. Por miedo a sus miradas. Por miedo a las palabras que podrían decirle. Uno tiene miedo de todo y todos a su alrededor. A veces, tiene miedo incluso de uno mismo.

Uno no sabe qué hacer. Uno no sabe qué pensar. Uno no sabe qué debería imaginarse. Uno no sabe qué debería creer. Porque ya no sabe qué es real y qué no.

Uno mira a su alrededor. Intenta comprender. Intenta ver. Intenta oír. Procura identificar las imágenes medio borrosas que hay a su alrededor. Intentando apartarse de ellas. Uno no se atreve a tener contacto con ellos. Uno tiene miedo a que algo malo ocurra.

Uno ve una niña agarrada de la mano de su mamá. Uno siente tristeza. Uno se fija en la expresión triste de la niña. La expresión enfadada de la madre. Uno deduce que se han peleado, y como siempre, la madre debe tener razón. Siempre porque el grande lo dice, el grande tiene razón. Uno ha comprendido que es ley de vida.

Uno observa que la niña lo mira a los ojos. La niña parece haber llorado. Uno se siente triste. Pobre niña, piensa uno. La niña parece querer pararse, curiosa por la reacción que está teniendo uno. Uno se da cuenta. Uno se sonroja. La niña, que es tirada ahora por su madre, llora porque le ha hecho daño. La madre le espeta. La niña asiente asustada y sigue a la mamá. Uno se siente mal porque ha hecho que la niña sufra. La niña se vuelve al final de la calle, para mirar a uno. Uno le devuelve la mirada. Los dos se comprenden con sus miradas entrecruzadas. Uno le sonríe a la pequeña. Y la pequeña le devuelve la sonrisa. Antes de que la mamá la ordene a cruzar la calle, uno oye cómo la niña le pregunta a su madre: “¿Por qué está ese hombre en mitad de la calle?”. La mujer se vuelve molesta. La mujer mira en todas direcciones. Incluso ve a uno, que avergonzado la saluda. La niña intenta ayudar a su madre diciéndole dónde está uno. Pero la mujer parece no ver a uno. Uno se siente triste. Uno se siente ignorado. Uno siente que no existe.

La mujer se vuelve a la niña, y le dice que no hay ningún hombre allí en mitad de la calle. La niña mira a uno confusa. Antes de que la niña pueda volver a preguntarle sobre uno, la mujer la tira hacia delante, diciendo que tienen prisa. La niña vuelve la mirada nuevamente hacia uno. Uno se siente tranquilo bajo la mirada de la niña. Es inocente. Bonita. Agradable. A uno le gusta esa mirada. Uno no quiere perderla de vista. Y uno la sigue. La niña, de vez en cuando, le dirige la mirada hacia atrás a uno. Y ella le sonríe. Parece que uno ha hecho una amiga. Uno está feliz.

La niña y la madre giran hacia la izquierda. Uno las sigue, pero entonces, uno choca con otro hombre, y uno se pierde.

Uno abre los ojos y ve, nuevamente, ante él su propia tumba que dice: “Aron García Ferrer. 1984-2007. Devoto hijo, querido amigo”.

Uno, vuelve a tener miedo. 

martes, 13 de marzo de 2012

Injusticia

Te pregunto. ¡Responde!


Sabes, hay veces en las que me pongo a pensar y miles de preguntas van surgiendo en mi cabeza. Preguntas que querría hacerte si estuvieras presente, si me dieras oportunidad para hablar. Porque aunque sea una chica de quince años que poco puede saber del mundo, también tengo derecho a opinar y a quejarme. ¿Vas a escucharme? Quieras o no, ahora tendrás que escuchar mi sermón...

Quiero hablarte sobre el mundo, lo mal que va, en mi opinión, aunque si preguntaras a aquellos que viven en una mansión rodeados de cosas caras, tal vez te responderían lo contrario... Sí, eso es lo que pasa... Este mundo es una mierda... Te lo juro. Antes tal vez no habría dicho esto, porque sólo pensaba en mí y me parecía que el mundo era algo bueno y bonito, pero después de oír tantas noticias, de si que hay guerras, de la sequía, del hambre, de las enfermedades, de la contaminación... me pareció inevitable ponerme a pensar y descubrir que, en verdad, el precioso planeta Tierra es un asco.


¿Por qué? Pues porque no lo cuidamos, no nos ponemos a mirar a nuestro alrededor. Cuando queremos deshacernos de un trozo de papel, o una bolsa de las pipas, o de un chicle, miramos a nuestro alrededor, y, como vemos que hubo allí gente que también tiraba su basura a la calle, pensamos: ¿y por qué yo no? Y entonces nos deshacemos de la mierda que llevemos encima en cualquier lado, sea la calle o el monte, ya que pensamos que nosotros no hemos hecho nada malo, que otros lo hicieron antes que nosotros. Y ahí es donde fallamos. No nos molestamos en buscar una papelera y echar ahí lo que queremos tirar, sino que lo tiramos en cualquier lado. Así es como contaminamos el planeta, de una manera casi inconsciente.

Pero esto no es de lo que en un principio quería contarte... Me he desviado... Iba hablando del mundo y de la gente que vive en él. La gente, sí. Esos pequeños seres humanos que ves desde el cielo. ¿Qué tal nos ves desde ahí? ¿Bien? Yo estoy segura de que sí, y he empezado a pensar que eres del grupo de los privilegiados, como los llamo yo... Sí, eres de ese grupo, o al menos estás de su parte. ¿Por qué pienso eso? Porque haces que ellos tengan cosas que otros no tenemos, les dejas hacer más cosas que a otros, les permites vivir bien. ¿Por qué los ayudas? ¿Por qué a los demás, a quienes necesitamos ayuda, nos la niegas? ¿Por qué esos ricos pueden hacer lo que les venga en gana, como comprarse cincuenta trajes de Emilio Tucci para toda una semana, mientras que hay gente que con trapos sucios tienen que vivir toda su vida? ¿Cómo consientes que esos ricos se permitan tales lujos mientras que otros viven con una sola y pequeña comida al día? INJUSTICIA... ¿Cómo la permites? Tú, si es que me escuchas, ¿cómo pudiste dividirnos en tan crueles grupos?

  
¿Cómo pudiste crear este mundo? Lleno de odio, de ira, de asco, de rabia... Riqueza y pobreza, adoración y marginación, racismo y otras palabras similares... ¿Cómo puede que en este hermoso planeta quepa tanta maldad? Maldad normalmente controlada por un sucio y corrupto mandamás, que sólo busca el poder, la palabra más importante, por el cual ocurren tantas guerras, en las que esos mandamases se sientan mientras observan cómo su ejército se sacrifica por él. Y a la fuerza, aunque muchos soldados mueran, él acaba ganando. ¿Por qué? ¡Dímelo! No lo entiendo...

¿Cómo puede haber tanta injusticia? Cómo puede una persona normal robar un poco de dinero, tal vez para ayudar a su familia en la economía de la casa porque es pobre, y acabar en la cárcel unos cuantos años, ¡y ese hombre controlador de vidas humanas que ha enviado a personas a la muerte, salir tan impune de una condena y seguir sentado en su butaca de millones de dólares! No lo entiendo... INJUSTICIA, otra vez aparece esta palabra. Injusticia para el pobre, ya que el privilegiado acaba siguiendo con su cómoda vida impune de cualquier castigo...


¿Cómo consientes esta situación? ¿No te da asco esta injusticia? ¿Cómo la permites, pues?

¡Habla!, ¡da la cara, mira este bello mundo y te darás cuenta de lo mal que va! Observa a la gente insignificante y sacrifícate por ellos. Tú, todo poderoso Dios, creador de la vida... O, ¿debería decir poderoso manipulador de vidas que sólo quiere el poder y nos quiere hacer sufrir a los más indefensos? Cobarde, más que cobarde...

          Te hago preguntas, Dios, así que ten el coraje de responderme.



12/12/05


lunes, 12 de marzo de 2012

POEMA: Anhelo de un amor no correspondido

El silencio me trae tu recuerdo.
El silencio me trae la paz.
El silencio me trae la curiosidad de seguir pensando,
en los bellos momentos en los que ser feliz fui capaz.

No sabes cuánto te anhelo,
pero no puedo tenerte conmigo,
por varias razones,
ni como un simple amigo.
Porque si así fuera todo,
me sentiría como un pobre mendigo,
que le dan caridad,
porque yo únicamente quiero estar contigo.

¡Estar contigo para siempre jamás!
Amarte siempre, abrazarte siempre; cuidarte.
Pero todo es imposible,
nada de esto nos llevaría a ninguna parte.
Porque por alguna razón,
yo soy Plutón y tú eres Marte,
y aunque no puedo dejar de amarte,
no puedo dejar de culparte
por haber elegido a mi mejor amiga y, aparte,
por no querer amarme. 


domingo, 11 de marzo de 2012

Tu elección

"Y como en la historia del nunca acabar, la vida sigue. No consta de pausas, las comas sólo son suspiros que hay que saborear como algo especial, y elegir qué nos depara nuestra siguiente aventura está en nuestras manos. 
Tomar una elección es importante.
Pero hay que tener presente, que nuestros caminos los creamos nosotros mismos, y nosotros somos quienes elegimos cambiar el rumbo o seguir el que llevamos. Puede que la ruta que sigamos esté llena de obstáculos, pero debemos tener presente cuál queremos que sea nuestra meta final, y para llegar a ella, emprender el viaje cargados de energía y de entusiasmo. No hace falta ser un valiente, simplemente, tener ganas de seguir adelante.

Una vez que la pelota está en tus manos, eres tú, el jugador, quién decide qué hacer a continuación. A elección tuya queda cómo emprender el juego que es tu vida". 

sábado, 10 de marzo de 2012

Acepta quién eres con orgullo, por muy diferente que seas

A veces pasa que vives la vida sin sentirla.

El mundo es complejo. La gente es compleja. Lo curioso es que nos empecinamos en que todos actuemos de la misma forma, destruyendo casi por completo aquellas personas que en nada se asemejan al ser humano común, ordinario. ¿Tan malo es ser diferente?

Hay una canción de Nightwish (The crow, the owl and the dove), en la que dice literalmente: "no me des amor, no me des esperanza, ni sabiduría ni orgullo. En su lugar, dame inocencia. No me des amor, he recibido mi parte, no me des belleza ni descanso, en su lugar, dame la vedad".


¿Tan extraño es no querer encontrar a una persona para que comparta todo contigo? ¿Tan malo resulta querer hacer tu vida, concentrarte en ti mismo? ¿De verdad, hay que seguir ese modelo dictado por las normas sociales?

Nacer, hacer amigos, ser popular, tener novio antes de los 16 años, perder la virginidad antes de los 18, coger tu primera borrachera a los 13 años, fumar cuando ni siquiera eres consciente de lo nocivo que resulta para tu salud? Estudiar lo que - supuestamente - te gusta, para luego encontrar un trabajo relacionado a ello, en el que estarás por más de 40 años, hasta que te jubiles. A tus 30 años, deberás de encontrar a una persona a la que amar, para casarte y tener hijos, y luego deberás cuidar de ellos, para que éstos finalmente chupen de tu bolsillo...

¿Es esa vida la correcta? ¿Lo normal es lo mejor?

¿Y si no es amor lo que uno quiere, o lo que le conviene? ¿Y si es la inocencia lo que necesita la humanidad? ¿Tan malo es querer ignorar los designios proclamados por la humanidad y vivir una vida completamente diferente a la planteada por la sociedad?

Cerrar los ojos, sentir todo lo que tienes dentro: amor por la vida, odio por la crueldad, miedo, rabia, esperanza, curiosidad, inocencia, ganas de destruir... ¿Quién dicta que lo oscuro no sea bueno? En vez de vivir una vida a medias, sin estar seguro de lo que queremos, con esas intenciones medio convencidas, porque la sociedad así te lo marca; puedes abrazar una existencia diferente. Abrazar a esos sentimientos puros - ya sean buenos o malos - y cargar con esa fuerza arrolladora en tu pecho, y vivir la vida creyendo que cada día es brillante o oscuro, pero igualmente, bello.

Especial, diferente, excéntrico, raro... ¿Quién dice que las personas que no piensan como se nos ha marcado tengan una existencia "triste"? ¿Por qué no puede el mundo estar errado y esa necesidad de ser aceptado por otro antes de aceptarte a ti mismo tiene que ser la "correcta" o la "normal"?

Puede que en otra vida hubiese alcanzado las metas que me planteé y que hubiese encontrado el amor y la felicidad en los aspectos de la vida que ahora mismo no considero prioritario. Y es posible que debido a que me ya tuve suficiente, en esta vida haya optado por una meta diferente. No me interesa morir por encontrar el "amor". Disfrutar de lo que me da la vida, la tranquilidad de ver los días pasar, la pasión que siento al cerrar los ojos y sentir esos sentimientos que me transmite la música es más que suficiente. La vida "normal" me aburre. ¿Tan malo es tomar un camino alternativo? ¿Tan malo es ser como soy, porque no soy como el resto?

Nuestra respuesta debería ser que no es malo, sino especial. Puro. Queremos conservar esa belleza con la que pensamos que nace un ser humano. Con convicción, creemos en nosotros mismos. Pero temblamos. Titubeamos. Porque nadie nos acepta.

¿Por qué se niega ese montón que dicta lo que debemos ser a aceptar que hay gente diferente? La hay, y con la cabeza bien alta, miramos al cielo, respiramos hondo y disfrutamos de la hermosura de la vida. Aún cuando hay algo malo, sonreímos a la vida, o nos burlamos de las desgracias porque insignificantes son en comparación a las cosas que se pueden hacer en el planeta Tierra. No nos toméis como mártires, ni nos miréis con la cabeza alta dándonos a entender que somos menos. Porque es lo contrario. Puede que nuestra vida no esté llena de momentos grandes, pero los pequeños placeres y la tranquilidad de nuestra alma es el regalo que nosotros hemos ganado, en comparación con la incertidumbre y la sensación de haberte quedado a medias por algo que no estabas seguro de que quisieras en realidad.

Con la cabeza alta, miro al cielo despejado y pienso: "me alegro de estar viva".

¿Cuánta gente es capaz de decir eso, sin tener un atisbo de duda de lo que ha hecho en su vida?

jueves, 8 de marzo de 2012

Viaje en autobús (Nadie lo sabe)

¿Has probado montar en un autobús y escuchar las conversaciones de la gente? Tal vez seas un sinvergüenza por ir atendiendo conversaciones ajenas, pero en un viaje de treinta minutos desde Beraun hasta Donosti yendo tú sola, resulta demasiado aburrido si no dejas volar tu imaginación.

Hace unas semanas, cogí el autobús en la parada que está casi en frente de mi casa. Como todas las veces que cojo el autobús, me senté en la parte trasera y me puse mirando hacia atrás. Como todas las veces, también, el autobús se puso en marcha y siguió parada tras parada por Beraun hasta llegar a Capuchinos. Ya para entonces había montado una notable cantidad de pasajeros, cada uno ocupó un asiento, apenas dejaron alguno libre. Fue en ese momento del trayecto desde Beraun hasta Donosti, cuando ya empecé a aburrirme. Buscando algo con lo que entretenerme, miré a la ventanilla que estaba a mi izquierda, pero tras ver todas las casas pasar del revés una detrás de otra, empecé a marearme. Decidí apartar la mirada de la ventanilla y empecé a mirar lo que había a mi alrededor. Posé entonces mi mirada en uno de los pasajeros que había cerca. Era un hombre con la cabeza gacha, aparentemente mirando al suelo del autobús, inmerso en sus pensamientos con la mirada apagada y perdida. Tenía las manos juntas, apoyadas sobre sus rodillas, mientras la pierna izquierda se movía rápidamente arriba y abajo, como si estuviera pisando una bolsa en llamas y quisiera apagarla con su pie. Mientras lo observaba, se inclinó hacia delante y apoyó la cabeza sobre sus manos. Observando aquel hombre, me vi a mí misma en los momentos en los que he hecho algo mal. ¿Le habría pasado algo a aquel hombre? ¿Qué? La antorcha de mi curiosidad se había encendido y como yo no sabía exactamente el porqué de la decepción de aquel hombre agazapado en un asiento, en un ennegrecido y triste autobús, dejé volar mi imaginación. Vino a mi mente la imagen de un hombre regordete, calvo y con gafas, vestido con traje y corbata, con el dado índice levantado en el aire, echando una severa bronca a los hombres y a las mujeres sentados alrededor de una mesa larga y rectangular. El hombre del autobús estaba allí, formalmente vestido, sentado al lado del jefe de la empresa, recibiendo la regañina junto con sus compañeros. El jefe, después de acabar, ordenó a sus empleados que pensaran en algo mejor, que el proyecto tenía que ser vendido o si no serían todos despedidos. El hombre que podría ser despedido bajó poco después de que el autobús entrara en Herrera.

Cuando el autobús volvió a emprender su marcha y tras haberme respondido a la pregunta de qué le había pasado al hombre, dirigí mi mirada hacia una mujer sentada en la otra esquina del autobús, a mi derecha. La mujer tenía una nariz larga y puntiaguda, los ojos pequeños y oscuros y una pequeña hilita de hormiguitas (como dice mi madre) debajo de la nariz. Aquella mujer me recordó a una rata. Entre sus largas y huesudas manos llevaba una cartera de cuero repleto de billetes. La mujer rata observaba su cartera con los ojos completamente abiertos y con una extraña mueca que parecía ser su sonrisa. Mi mente fue a parar en un piso, con una joven chica pagando a su malvada casera que la timaba sólo porque necesitaba un techo donde vivir. El rostro de la casera era el mismo que el de la mujer que miraba el dinero con el que seguramente fuera a comprarse algún capricho suyo. La mujer no tardó en bajarse en otra parada, por lo que seguí observando mi alrededor.

Esta vez observé a dos chicas de dieciseis-diecisiete años, aparentemente al menos, que cuchicheaban entre ellas. Hablaban muy bajo, en un susurro, seguramente porque no querían que curiosos como yo se entrometieran en su conversación. La chica que en aquel momento hablaba tenía una expresión seria, estaba pálida y parecía nerviosa por lo rápido que hablaba. La amiga la observaba callada con curiosidad, prestando atención a todo lo que le contaba. Poco a poco la boca de la que escuchaba se abrió ligeramente, como si estuviera sorprendida. En ese momento oí que su amiga le decía: “Nadie lo sabe”. Las dos se mantuvieron largo rato calladas y mirándose mutuamente; la chica que había hablado parecía querer oír algo que saliera de su amiga, pero ésta seguía con la boca entreabierta, aparentemente sorprendida. Sentí curiosidad por saber de qué hablaban... Noté como si una de ellas girara su cabeza, en mi dirección, por lo que aparté la mirada enseguida.

Durante lo que quedaba de camino, pensé y busqué explicaciones que respondieran a las actitudes de esas dos chicas. Podría ser que la chica que hablaba se hubiera quedado embarazada y que nadie lo supiera, en esas edades ya se sabe lo que pasa cuando hay un descuido...

También barajé la posibilidad de que hubiera matado a alguien y que se hubiera deshecho del cadáver, nadie lo sabía (esta hipótesis me pareció absurda, aunque quién sabía si podría ocurrir, aunque no creo que nadie contara algo como esto en un autobús...) o que ella hubiera hecho algo grandioso o importante y que nadie supiera que lo había hecho ella...

“Nadie lo sabe”.

Esas tres palabras se quedaron grabadas en mi mente y apenas me di cuenta de cuándo llegamos a la última parada, donde debía bajarme. Salí del autobús y seguí con la mirada a las dos chicas que segundos antes había tenido en frente, pero las perdí en una callejuela.

“Nadie lo sabe”.

Nadie sabe de lo que esas dos chicas hablaban, pero por lo menos, en la vuelta a casa, yo tuve algo con lo que pensar, sobre aquella cosa de la que nadie sabía...

martes, 6 de marzo de 2012

Colección de Relatos

Presento uno de mis libros: Relatos


Simplemente, es una recopilación de los relatos que he escrito en mi vida, bien en castellano como algunos en euskara. Algunos se pueden leer en el blog, ya que quiero que sean como una especie de muestra para quien quiera leerlos. En este pequeño libro disponible en Lulu, también tengo recogidos algunos relatos que leí en mi adolescencia que me han causado gran impresión. 

Ficción

 Paso las horas muertas tumbada sobre la hierba. Veo las nubes pasar sobre mí, mientras el viento me sopla cada vez que se le ocurre molestar a los tranquilos campistas que deciden pasar un buen rato en un día tranquilo de verano. Sin embargo, intento no encontrarme con ellos. Intento que no me vean.

Siempre llevo mi música conmigo. Mi madre la odiaba cuando estaba en casa. Decía que no le gustaban esos gritos satánicos… pero ella no sabe valorar la música de verdad. La música que expresa los sentimientos de verdad. De este mundo… Y escuchando las voces angelicales y endemoniadas de mis cantantes de grupos favoritos paso las últimas horas de este verano interminable… de esta soledad infinita…



Pero por alguna razón, no entiendo realmente el porqué, me siento bien aquí tumbada, escuchando música, mirando las nubes mientras me creo un universo divertido en el que yo soy la reina de todos y cada uno de los que existen en él… Desearía poder manipular a todas las alimañas para poder hacerles pagar mi voluntad, mi deseo, de un mundo perfecto…

Y aunque sé que todo, todo, todo lo que yo deseo es tan irreal de conseguir como una persona que no te dé la espalda, pues entonces, dejo que mi imaginación vuele, y me alejo de esta realidad maldita, y me sumerjo en mi propio mundo. Aunque todo signifique vivir apartada de toda la demás humanidad. A la que odio… y con mis razones.