jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Quién no ha sentido la horrible experiencia de estar sentado delante de una hoja en blanco?
La historia comienza. Amos Oz. 

domingo, 2 de septiembre de 2012

Hasta pronto, mi querida amante escritura

- Me estoy quedando sin ideas - dije en voz de un susurro al tiempo que me lanzaba de espaldas contra la cama, derrotada.

"No es que te estés quedando sin ideas, sólo que tienes pereza para pensar y escribirlas", me corrigió aquella voz de la conciencia dentro de mi cabeza.

- No es sólo pereza - balbuceé -. Antes me pasaba horas frente al ordenador, porque no tenía nada mejor con lo que ocupar mi tiempo... Ser feliz me está afectando.

La voz de la conciencia no me rectificó esta vez, porque en cierto sentido, sabía que era verdad. Muchas veces se ha comentado que los escritores (si es que realmente podía considerarme a mí misma como tal algún día, aunque en mis momentos más vanidosos me gustaba considerarme como tal, aunque sólo una principiante) sacan lo mejor de sí en los momentos más tristes de su vida. En mi caso, era la necesidad de salir de mi vida diaria y experimentar algo nuevo, dejarme envolver por la imaginación que había ido desarrollando en mi juventud y que tantos buenos momentos me había hecho pasar, y llegué a querer expresar esos sentimientos de forma permanente. Así descubrí mi amor por la letra escrita. Sin embargo, pasado el gran "boom", digamos que mis ganas mermaron, o que mi inspiración desapareció. La vida comenzó a sonreírme de forma inesperada y yo, tan acostumbrada a hacer la vida por mi cuenta y de sólo preocuparme de mí y de mis historias, me fijé que mi mente la ocupaban otras cosas. Cosas de las que antes me habría echado a reír...

Eran las ganas de vivir la vida, no de planificarla. Eran los sentimientos verdaderos que mueven el alma, no la fantasía de lo que sería el "amor", o lo que fuera. Me estaba sumergiendo sin darme cuenta en un mundo que llevaba años olvidada. Ya no había más rabia, ni ganas de desahogarme con la palabra... No, ahora todo era calma y la luz brillaba a mi alrededor. Cerraba los ojos y me ponía a pensar en cosas que quería que sucedieran en unos pocos días, esperando que mis fantasías se hicieran realidad y que la calidez que sentía en mi pecho me envolviera por completo, tal y como llevaba anhelando en secreto por más de cinco años... O incluso más, si empiezo a hacer cuentas exactas... Podría decirse que, sin darme cuenta, me había atontado.

- Tsk - chasqueé la lengua, pensando en todo esto -. No sé si contentarme o sentirme mal por todo esto...

"Disfruta del momento, so idiota", gruñó mi conciencia, no conforme con mi frustración de no poder ser capaz de escribir como antes. "Por una vez en tu vida, en vez de escribir una historia, concéntrate en la tuya propia".

Llevaba razón, lo sabía. Días atrás, había vuelto a releer uno de los libros de un grande. En "El juego del ángel", el personaje de Isabella le confesaba a su gran amigo algo así como que en vez de escribir la vida, quería vivirla. Pues supongo que en este momento, siento esa misma necesidad.

Seguiré teniendo la palabra. Las historias las seguiré teniendo. Pero por ahora, en vez de encerrarme durante horas y vivir una vida ficticia, supongo que tengo que madurar aún más y sentir la vida como es en realidad. ¡Ya está bien de dejar que Mei sienta por mí! ¡Tendré que ser yo quien sienta!

Sonreí para mí misma. Sí, al fin y al cabo, todos mis personajes están en mí. Mis historias, las que tanto me han hecho disfrutar, siguen en mí. Esperando el momento adecuado para salir. No es bueno dejar las cosas a medias, como tantas veces he comprobado. Todo tiene que gestar hasta que por fin sea lo suficientemente fuerte como para ver la luz. Memorias de una Tragedia llegó a mí hace más de cinco años. Y viví a través de ella. Loca libertad y Vodka lima tienen muchos años por delante. Mientras tanto, aprenderé de la vida, disfrutaré de lo que los expertos y maestros me enseñen con su forma de relatar y aprenderé y creceré para poder dar a luz a algo más grande que me supere.

"La paciencia siempre ha sido una virtud tuya", me recordó esa dulce voz en el fondo de mi cabeza. Asentí. Si algo no había tenido hasta el momento, era prisa en que alguien me conociera. Podía seguir esperando. Podía vivir por mucho más tiempo hasta que tomara más en serio ese extraordinario "hobbie" que me perseguía desde los ocho años y que, espero, seguirá siendo mi mayor recurso de escape ante esos momentos de tristeza.

Suspiré, tomando esta decisión.

Adiós por el momento, mundo de la palabra. Echaré de menos esas horas infinitas delante del ordenador. Pero ahora me toca a mí.

Nunca dejaré de escribir, pero por el momento, el servicio ofrecido disminuirá a pequeños pensamientos, no a trabajos de jornada completa, a no ser que nos encontremos con suerte de llovizna y nos recluyamos en oficina para trabajar la cabeza más de lo debido.

Queridos lectores, gracias por seguirme, pero concededme un momento de disfrute. Por el tiempo que sea.
Sed felices.

Sonreidle a la vida y ésta os sonreirá. 

Tanto insistir, supongo que al fin, mis palabras mágicas funcionaron en mí.