viernes, 31 de agosto de 2012

Si no eres capaz de responder a tu responsabilidad, mejor sé ignorante

La información es poder. 
El poder conlleva responsabilidades. 
Si no eres capaz de actuar correctamente con la información que se te concede, es más conveniente ser ignorante de lo que ocurre.
Al menos, te quitas de tener que responder por los actos incorrectos que hayas hecho con la información concedida.

jueves, 30 de agosto de 2012

Cuando topes con la desmotivación de la vida real,
 encontrarás la motivación de imaginar.


Buenas noches y hasta mañana

Cuando no sepas qué hacer, da por finalizado el día.
Deja paso al siguiente.
Tal vez te sorprenda con alguna alegría que hoy no le dio tiempo a llegar.

viernes, 24 de agosto de 2012



El primer paso para vivir, es confiar en ti mismo. Es luchar con tus propias fuerzas. Sólo cuando puedas hacerlo, serás capaz de confiar en los demás. Podrás tanto depender en otros para que te ayuden, y ayudar a otros para que dependan de ti.

El primer paso para vivir, es ser capaz de luchar por ti mismo. Una vez puedes cargar contigo, puedes ayudar a los demás. Pero si no eres capaz de luchar por ti mismo, y dependes demasiado en los demás, no es una amistad sana. Es dependencia.

Ser amigo es apoyar a otra persona. Es estar a su lado en sus momentos más difíciles. Es estar ahí, para evitar que caiga. Esperar a su lado a que se levante y ayudarla a ponerse en pie.

No es tirar de ella. No es empujarla. No es pedir que se aferre a ti. Es estar preparado a aguantar hasta que te permita intervenir. Es respetar su decisión. Es resistir, pase lo que pase, hasta que te dejen entrometerte. Lo más complicado es tener la paciencia para aceptar la espera mientras esa persona toma la decisión de aceptar tu mano.

No puedes obligar a alguien a que confíe en ti. Ni pueden obligarte a que confíes en nadie. Tiene que salir de ti dar el paso. Debes ser capaz de ver a quien tienes a tu lado y pedirle que te acompañe en el camino. Igual que debes permanecer a su lado a esperas de que levante la cabeza y te pida que lo acompañes.

Es un trabajo duro. Pero su recompensa es un divino tesoro. Porque nunca estarás solo.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Escribir y dibujar, un arte

Intentar ser poeta y todo lo que te sale es un entresijo de palabras que construyen historias que te salen del alma. 

Puede que crees la imagen, aunque difícilmente pueda rimar. 
Al menos, es un primer paso: coger la brocha y dar pinceladas. 

Lo mismo para mí: coger un lápiz y un papel e intentar crear frases que expresen lo que sientes. Al menos, el corazón se queda más calmado. 

Dulces letras.


lunes, 20 de agosto de 2012

Las sonrisas, aunque pequeñas, sólo son reales cuando las personas quieren hacerte feliz de corazón.
Sino, sólo es una vano gesto.

domingo, 19 de agosto de 2012

Hoja en blanco

Todo comienzo es difícil. Enfrentarte al papel en blanco es el temor de cualquier creador: bien sean letras, bocetos a lápiz en un lienzo en blanco, o una partitura vacía en la que crear una melodía, tienes que enfrentarte a la nada y al vacío. Una vez hayas comenzado, sea bien o mal, lo demás vendrá solo. Pero el comienzo... Ay, ¡cuán difícil es!

Ya sea una discusión con tu pareja, el planteamiento de un problema a una amiga o corregir a tu madre, siempre hay que darle comienzo a la conversación. He ahí la gran dificultad. O tienes arte para enfrentar el problema de la forma más sutil y agraciada, o formas parte de esos rudos que van de frente y a saco, en cuyo caso... probablemente salgan escaldados del enfrentamiento.

En fin... que todo comienzo es difícil. Para cualquier ser humano: relaciones, cursos, trabajos... El final es inminente y claro está que llegará algún día, pero la aventura debe emprenderse de alguna forma y ése es el mayor miedo de las personas. Nos paralizamos ante ese vacío, antes ese papel en blanco... Y acabamos produciendo cosas sin mucho sentido, con el simple propósito de que pasen los primeros momentos incómodos hasta que te acostumbres a un ritmo o encuentras el sentido de lo que haces y, entonces, todo acaba o sigue su curso, fluye...

Cuando escribo, intento decir algo, pero cómo comenzar es difícil. A veces, comienzas a escribir y no sabes ni lo que dices, o ni si tiene sentido. Simplemente, quieres empezar y ver a dónde te lleva. Tienes ganas de relatar algo, pero cómo ir al grano, o cómo sorprender al lector es lo que te preocupa y así es cómo llenas hojas con palabrería barata, sin llegar a contar nada. Sólo por querer hacer frente a ese papel en blanco con la esperanza de que fluirá la historia y avanzará. A veces, funciona. Si tienes un buen día o un buen ritmo de trabajo...

Pero en la gran mayoría de los días que te enfrentas a ese papel en blanco, sólo garabateas algo en su bordillo y terminas lo que quisiste empezar, rellenando un espacio en blanco con palabras necias.

Como ahora...

Sí... Cuán difícil es un comienzo...


viernes, 17 de agosto de 2012

Impotencia

Y cuando menos te lo esperas, la enormidad te ha rodeado y te derrumba. Creíste que eras capaz de hacerle frente y de mantenerte con tu espíritu combativo, pero cuánta sorpresa encontrar que todo parece más ajeno a tus capacidades de lo que una vez te imaginaste. Aunque parezca la cosa más fácil del universo, comienzas a darte cuenta cuánta importancia tiene la experiencia y el saber desenvolverte por encima de la teoría o de las habilidades mentales. 

miércoles, 15 de agosto de 2012

Luz y oscuridad. Sonrisa en la penuria


La vida nos hace dar vueltas y más vueltas... A veces, me hace pensar que todo es un círculo vicioso en el que caemos y nos es imposible escapar.

Cuando estás triste, y solo, todo es oscuro, débil y doloroso. Las épocas en las que caes y te sometes a ello, te hacen creer que será eterno y que nunca conseguirás escapar.

Sin embargo, sólo tienes que tener presente una cosa: en realidad, no estás solo. Tienes a alguien que te acompaña. Tu familia, tus amigos y amigas.

Por mucho que parezca que no tengas a nadie, sólo tienes que levantar la cabeza del suelo para darte cuenta de que hay gente que está dispuesta a ayudarte, si tú les das la oportunidad.

Cuando lo ves, puedes comprender la filosofía de esas personas que dicen que seas positiva. Por esa gente que tienes alrededor, pero sobre todo, por ti. Si sonríes a la vida, la vida te sonreirá. Es difícil, pero escuchar una canción mientras caminas al trabajo, durante veinte minutos en los que tardas, pueden ser los momentos más felices de tu día, si así lo crees. Acompañada de las voces que admiro, miro el cielo, esté despejado o nublado, con o sin paraguas, mientras camino hacia lo que parece una tortura de día. Pero saludo al día con una sonrisa, y la despido con otra. Porque quiero creer en la gente que me apoya. Y en la gente que ha querido enseñarme eso.

Todo depende de los ojos con los que se quiere mirar al mundo.


jueves, 9 de agosto de 2012

Lagun arteko traizioa


Adrian komunikazio gelan zegoen zain, betaurrekodun langile batek eskatutako paperak ekarri zizkionean. Azkartasunez eskua luzatu zion, informazioa sekretu hori irakurtzeko irrikan. Han egongo zen Sybillen kokaleku zehatza.
- Azkeneko datuak dira, Adrian… - jakinarazi zion betaurrekodunak. Isilik, mutila begiratu zuen, orriak azkartasunez igarotzen zituen bitartean -. Salbatzea zaila izango zaizu… - esan zion, kezkaturik. Gero, hamargarren aldiz, ez joateko erregutu zion Adriani. Baina lehendik jasotako erantzun ezezkoa izan zuen berriz ere. Azkeneko aldiz saiatzera zihoan, baina aire bolada batez, Adrian eserita zegoen lekutik jaiki zen eta aterantz abiatu zen, irteteko prestaturik.
- Asko estimatzen du Sybill… - komentatu zuen gelan zegoen beste laguntzaile batek betaurrekodunari. Honek baietza egin zuen buruaz.
- Bere bizitza arriskatzeko adina, dirudienez… -murmurikatu zuen, Adrian ateratako irekita zegoen ateari begira.
Hango guztiek ez zekiten irteera horren benetako zergatia. Izan ere, laguntasuna ez zen soilik Adriani bere bizitza arriskatzera bultzatu zuena. Edo gutxienez, ez zen izan arrazoirik garrantzitsuena.

Sybill harrien artean harrapaturik aurkitzen zen, lurzorutik sei bat metrotara. Ilunpean aurkitzen zen, ez zuen ia kanpotik zetorren argia ikusten. Misio batean izaten diren arazoetako bat zen hura, puntu konplikatu batera iristen saiatzean, estropezu eta erortzea. Misio hura egiterakoan ez zuen pentsatu eskalada egin behar zuenik eta sabana handiko zulo bakarrean erori egingo zenik. Zortea ez zegoen bere alde. Eta gutxiago, zulo sakon eta ilun horretan erori baitzen, bere erorketan botatako harrien artean harrapaturik. Amak lan horrekiko zuen desadostasuna gogoratu zuen, hain urrun bizi ziren pertsona inkomunikatuei bisita egitea, alegia, hainbat arrisku zekartzan. Ama batek, bere alabaren segurtasuna besterik ez du nahi, baina ezin du bere nahien kontran joan. Horrek beti irabazten baitu.

Iluntasunean inoiz baino bakarrago sentitzen zen, denboraren haria galdu zuelarik. Seguruenik orduak igaro egin ziren han erori ez geroztik. Eta seguruenik berarekin joandako gizona joana izatea, laguntza eske hurbileko txabolara, beraien kokalekua ematera erreskate posible batentzako. Esperantza txiki hori bazuen, behintzat.

Ez zekien zenbat denbora igaro egin zen bere azpian zegoen lurra ireki eta bost-sei metrotako haitzulo sakonean erori egin zenetik. Seguru zekien bakarra, harrien artean gorpua harrapaturik zeukala zen, ezkerreko hankaren gainean pisu izugarria sentitzen baitzuen.

Iluntasunean, hanka minduaren inguruan zeuzkan hondakinak kentzen saiatu zen, harri txikiak pixkanaka kenduz, hanka libratzeko helburuarekin. Mina izugarria zuen, baina handik irteteko nahia guztiz handiagoa zen oso.

Orduan, bat-batean, isiltasuna eta iluntasunean txistu bat entzun zuen. Ahal izan zuen bezala, Sybillek ahotsa altxatu zuen, non zegoen oihukatuz. Bere ahotsa urraturik zegoen, kolpeak eztarrian nolabait kaltetu egin zion baita ere. Bererekin batera joan zen gizona izan behar zuen.

Sybill izugarrizko harridura hartu zuen Adrianen ahotsa entzutean, sei metroetara. Poza sentitu zuen, lasaitasuna. Hala ere, sentimendu kontraesankor bat ere sentitu zuen, hain zuzen ere, beldurra.
-    Hor al zaude, Sybill?- galdetu zuen Adrianek. Ahal izan zuen altuen, Sybillek baietza eman zion, arroketan harrapaturik.

Motxila lurrean uzten zuela entzun zuen eta bertatik zerbait ateratzen zuela igarri zuen. Sybillek prozedura segituko zuela pentsatu zuen, hain zuzen ere, lehendabizi goitikan kalteak begiztatu eta estrategia bat prestatzea ahal zen kalte gutxien egiteko. Hori zela eta, bere lagunaren itzala sabaitik jaisten ikustean, harritu egin zen oso.
-    Zertan hari zara? Horrela sabaia gainera erori gaitzake!

Hala ere, Adrianek ez zion bere kexei harretarik ipini. Lurra ukitzerakoan, pare bat metrotara neskari begira gelditu zitzaion, tigre batek bere harrapakinari bezala. Mutilaren begiradak iluntasunean beldur eman zion.
-    Istorio izugarria kontatuko dizut... – murmurikatu zuen Adrianek, misteriotsu. Sybill arretaz entzun zuen, bera distraitzeko eta mina ahazteko kontatzen zuela pentsatuz. Adrian, kobazuloaren alde batetik bestera hasi zen paseatzen, istorioa kontatzen hasten zen bitartean -. Joan deitutako lagun bat izan nuen. Neskekin izugarrizko arrakasta zuen mutilak, beste guztiek inbidia zuten hori zela eta. Horregatik, ez zuen lagun bat ere... Mutilari, hala ere, ez zitzaizkion neskak asko axola, lagunekin futbolera jolastu nahi zuen soilik, beste batzuekin ondo pasatzea... Baina nahiz eta asko saiatu, denek bizkarra ematen zioten. Azkenean, hala ere, bere bizitzan neska bat aurkitu zuen, zoriontsu sentiarazten zuena – Sybilli kontakizun hori ezaguna egiten zitzaion nonbait, baina ez zekien ziur zertan -. Egunetik egunera mutila maiteminduagoa zegoen neskaz, hamazortzi urte betetzerakoan berarekin ezkontzeko nahi adina. Nahiz eta neskak ezetza eman, berak maitatzen jarraitu zuen...
-     Baina zoriontasun hori bat-batean desagertu egin zen... – gelditu zen, haren hitzen benetako sentipena erakutsiz. Sybill ulertzen hasia zen... Adrianek, urtebetez baino gehiagotik gordetako sekretua bazekien jada... Nola baina? Ondo baino hobeto gordeta zuen bada... Adrian kobazuloan zehar paseatzeari utzi zion, bere arreta guztia lurrean botatako neskan ipiniz.
-     Egun batean, neska bat ezagutu nuen, lagun egin ginen eta berarengan ipini nituen nire ilusio eta zoriontasun guztia... Lagun onenak ginen... Nire bizitza ezin zen zoragarriagoa izan... – isiltasun luzea igaro zuen, esango zuena zaila egiten baitzitzaion -. Baina hori dena desagertu egin zen, zu eta Cathiren sekretua jakin nuenean... – neskarengana hurbildu egin zen, parean gelditu ziren arte; Sybill gora begira, lurrean. Mutilaren haserrea nabaritzen zuen, bere begietan gordetako tristura eta samina. Gorrotoa eta inkurioa ere bai. Sybillek beldurra sentitu zuen -. Zenbat denbora zeneramaten biok nik jakindakoan? Ezkutaturik aurkitzen zineten, nire aurpegi aurrean, nik memelo hutsa banintz bezala... Nire neskalaguna eta nire lagunik onena... Biak neskak pentsatzerakoan inoiz baino umiliatuagoa sentitu nintzen, zenbatek jakingo zuten, nitaz aparte? Nire aurpegian barre egingo zutenak? Nolakoa izan zen, eh? – galdetu zuen haserre baino haserretuago. Sybill ikaraturik zegoen, bere gorputz osoa dardarka ari zen. Mutilak hitz egiten hasi zen berriro ere -. Zenbat gorrotatzen zaitudan esan behar nizun, egin didazun mina, traizioa, onartezina da! Eta horrela ordainduko didazu... – bere poltsikotik zerbait atera zuen. Sybill pistola bat zela pentsatuz, begiak itxi zituen, horrela minik sentituko ez zuela pentsatuko balu bezala. Baina ez zen ezer gertatu. Begiak ireki eta iluntasunean, Adrianen gorputza soka batetik igotzen ikusi zuen.
- Zutaz erruki naiz, Adrian, Cathik hau jakitean nigatik egingo du negar, eta zuk hiltzen utzi nauzula jakiterakoan, denek inoiz baino gehiago gorrotatuko zaituzte! Ez da zure arrakasta neskekin mutilak baztertzen zutena, baizik eta zure izaera harroak baizik... – oihukatu zion Sybillek, kobazuloko sakontasunean. Baina jada berandu zen. Adrian joana zen, neska bakar-bakarrik utzirik.

Azkenean, harrapaturik zuen arroka pisutsua kentzea lortu zuen, odolez betetako hanka libraturik utziz. Horrek ez zion hala ere zuen beldurra kendu. Iluntasunean bakarrik, laguntzeko lagunik gabe eta handik irteteko modurik gabe zegoen. Baina ezin zuen zapia lurrera erortzen utzi. Esperantza txiki bat bazuela sentitzen zuen, aurrera jarraitzeko bultzatzen zuela, nahiz eta ez mugitu edota min izugarria sentitu. Ezin zuen bere bizitza guztia alferrik utzi, hanka baten erruz, ezta Adrianen erruz… Laguna bazen, Cathi eta berarena ulertu behar zukeen, gutxienez ulertzen saiatu. Hain harroa eta berekoia zen batzuetan … Bera egon behar luke haserretuta egin zizkion guztiak zirela eta! Baina beti bere ondoan jarraitu zuen, lagunak baitziren. Baina egindako hura…

Horretaz pentsatzeari utzi zion, altxatzen zen bitartean, ondoko arroketara helduz. Iluntasunean, hankako mina ahal zuen moduan eutsiz, ibiltzen hasi zen, sabaiko argirantz, pixkanaka.

Bat-batean zerbaitek bere gorputzean endredatzen zela sentitu zuen, suge bat bailitzan. Beldurrez, garrasi egin zuen, oreka galduz eta lurrera eroriz. Lasaitu egin zenean, gorantz begiratu zuen, eta pitzaduratik behera erortzen zen soka ikusi zuen, zintzilik. Poztasun batek inbaditu zuen. Handik irteteko modua! “Adrianek ahaztu egin du, antza…”, pentsatu zuen, bere haserrea zein handia zela erakutsiz, hain elementu garrantzitsua bertan utzi baitzuen. Ez zitzaion burutik pasa hori amarru bat izatearen aukera. Hain handia zen han hiltzeko zuen beldurra, itzulingururik gabe eta minarengatik kexarik egin gabe sokatik igotzen hasia zela, airea aurpegian sentitzeko irrikan.

Amaigabea iruditu zitzaion igoera, zauriturik zuen hankak ez zion bat ere laguntzen, gainera. Gorantz igotzen zen bakoitzean, behera erortzen zelaren sentipena zuen, aurreratzen ez zuen sentipena. Hala ere, argia eta beroa gehiago sumatzen zituen, beraz, aurrera pausuak ematen ari zen. Pentsaera horrekin, soka sendo heltzen zuen, eta bere entrenatutako eskuen indarrei esker, gorantz igotzen jarraitzen zuen, handik bizirik irtengo zenaren sentipenarekin. Amaiera gertu zegoen, eta horrekin batera, bere bizitza.

 - - - - -

Azkenean kanpoan zen. Aireak aurpegian ematen zion, aske zela esanez. Salto eta brinko egiteko gogoa izan zuen, baina ezin izan zuen arrazoi ezezaguna zela eta; ezin izan zen mugitu. Paralizaturik zegoen. Bat-batean, argitasunean norbait ageri zitzaion bere aurrean, eta lastertasun ikaragarriaz, pertsona horren besoen artean aurkitu zuen bere burua, mugitu ezinik. Orduan, besarkatzen zuen pertsonaren ahotsa entzun zuen bere belarri ondoan, xuxurlatuz:
-    Barka nazazu, Sybill – mugitu ezinik, ahots hori Adrianena zela ohartu zen, bere zain gelditu zelarik. Askatzeko agindua bota zion Sybillek, baina bere ezpainetatik ez zen ezer ere atera, Adrianenak estaltzen baitzizkion. Bultzada gogor batez, Sybillen gorputza atzera erori zen, irten egin zen zulora berriz eroriz.
-    Barkatu, nire betebeharra bete egin behar nuen - izan ziren entzundako azken hitzak, erortzen zen bitartean.

Hainbeste sufrimendu, esperantzaren bidea jarrai zezan, eta azkenean, infernura bota egin zuen bere lagun bakarrak. Garai batean izandako laguntasun amaigabea, orain gorrotoz eta tristuraz betetako sentimendu hutsa zen. Biok betidanik sentituko zuten gertatutakoa, baina horrelakoxea da tentazioa, denok tentatu eta gaizkia egitea eramaten gaitu azkenean.

Haitzuloaren iluntasunean, Adrianen negarrak entzun zituen; harrien jausiak bere belarrietan burrunbatzen zutelarik. Eta ordua iritsi zitzaionean, harriek estali egin zuten Sybillen gorpua, literalki, lurrak irentsi egin zuen zeharo. 

jueves, 2 de agosto de 2012

Como ser racional que somos, los humanos pensamos. Usamos nuestra capacidad de razonamiento. O eso se supone...
Aún así, hay quién piensa de forma equivocada. Todas sus preocupaciones giran en si conseguirán ser felices, en si encontrarán el amor...
En vez de pensar en vanalidades, en vez de preocuparte por esas cosas, sal a la calle y disfruta del día. ¡Disfruta porque vives!
Y pensar... déjalo para algo importante, que solucione tu vida. Para pasarlo mal, ya tienes el mundo. Así que quítate tu propia carga de encima.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Pasaje de Loca Libertad - La luz de Herat

El frescor de una gota la despertó. Abrió los ojos, encontrándose en la vasta oscuridad, rodeada de un profundo silencio. De vez en cuando, conseguía oír el ruido que las gotas de las estalactitas provocaban al caer a la fría roca sobre la que estaba tumbada. Lentamente, intentando recordar dónde estaba, Lena se incorporó.

Recordaba un intenso brillo que la había obligado a cerrar los ojos. Había escuchado una profunda voz, como proveniente del más profundo abismo. «Es la hora de ponernos en marcha». Algo la había agarrado por detrás, sin que ella pudiera defenderse, y en menos de un segundo, la luz había desaparecido y se había dado de bruces contra algo duro y húmedo.

¿Dónde se encontraba en aquel momento?
-     Estamos en las cavernas de Loan – escuchó una voz cerca de donde estaba.

Lena se sobresaltó y buscó a su alrededor, pero no consiguió distinguir nada en la oscuridad. Aún así, pudo sentir una presencia cerca de donde estaba sentada. Reconoció aquella voz. Era la misma voz profunda que la había asaltado antes de que la luz desapareciera.

Estiró la mano, queriendo tocar al desconocido. Sentía sus dedos temblar a causa de la incertidumbre, pero no se achantó. Podía sentir que fuera lo que fuera lo que le acababa de leerle la mente, podía alcanzarlo. Antes de que se pudiera preparar mentalmente, sus dedos chocaron con unos alargados dedos y se retiraron, amedrentada por el inesperado contacto.
-     ¿Estás asustada? – preguntó aquella voz gutural.
-    Un poco – consiguió susurrar Lena. Se sorprendió al comprobar que le temblaba la voz.

Lena reconoció lo que le pareció una exclamación burlesca proveniente del desconocido que se ocultaba en las sombras. Se sintió cada vez más tensa. ¿Qué se proponía aquella cosa? Ni siquiera estaba segura de que fuera humano. Antes de que la luz la hubiera envuelto, recordaba que Francisco le había dicho que la esperaría sin moverse al otro lado de la habitación de piedra. Estaba segura de que él no había cruzado con ella aquella extraña puerta. Era imposible que se tratase de él. Entonces, ¿quién era aquella presencia que la acompañaba?

Escuchó un chasquido. Lena giró rápidamente la cabeza a la fuente de aquel ruido.

Sintió que se le detenía el corazón.

Aquella extraña criatura había conjurado una pequeña bola de luz que ahora le permitía verlo con total claridad. El conjurador era un ser que ella jamás había visto. O al menos, ella no lo reconocía.

Apenas debía medir más de un metro. Posiblemente, si ella se pusiera de pie, no le llegaría ni a la altura del ombligo. Lo miró directamente a los ojos. Eran completamente blancos. Enormes. El contorno de sus ojos parecía perfilado con pintura negra. Tenía la piel rojiza. Unos pequeños cuernos le sobresalían a ambos lados de la cabeza. Una alargada nariz, igual que sus orejas puntiagudas, perforadas y adornadas con varios pendientes. Los brazos, tan largos como todo su cuerpo, le llegaban casi al suelo. Sostenía la esfera de luz en una mano. Lena reparó en sus uñas, un poco largas, de color negro. Se sorprendió al reconocer un elegante traje negro hecho a su medida, con una corbata roja perfectamente enlazada alrededor del cuello.
-     ¿Qué eres tú? – masculló en un hilo de voz.

El extraño ser no se inmutó. Pestañeó tranquilamente varias veces y movió la mandíbula, pensativo. Sus ojos blancos no apartaron la mirada de Lena ni un segundo. Los abrió hasta que casi se le salieron de sus órbitas y finalmente mostró una enorme sonrisa. Lena se sintió abrumada por aquella enorme boca llena de afilados dientes, tan blancos como sus ojos. Aquel pequeño ser era inquietante.
-     ¿Qué es lo que quieres de mí? – susurró Lena, viendo que no tenía intenciones de responderle.
-   Quiero vigilarte, Salvaguardiana de la llave – comentó el extraño ser con su profunda voz. Lena frunció el ceño, no comprendiendo lo que acababa de decir. ¿Salvaguardiana? ¿Qué era eso? Ni siquiera reconocía aquella palabra… ¿Y de qué llave estaba hablando?

El pequeño monstruo no parecía interesado en su desconcierto. Jugueteó con la pequeña esfera de luz que levitaba sobre su mano.
-   No te entiendo – le indicó Lena. El ser detuvo su juego y la observó a los ojos. Lena se asustó al comprobar que parecía molesto. A falta de cejas, sus ojos se habían entrecerrado un poco y la sonrisa se había transformado en una mueca apática. Del fondo de su garganta, soltó un gruñido que provocó a Lena un escalofrío.
-     Los humanos nunca dejarán de ser tan ingenuos… – masculló, molesto –. Da igual que ellos sepan la respuesta, siempre hay que dárselo todo masticado y servido… Especie inútil…

Lena quiso defenderse, pero se abstuvo de abrir la boca. No creía conveniente enfadar a aquella criatura. Ni siquiera sabía qué clase de poderes tenía. Estaba segura de que aquella apariencia tan inquietante debía esconder algún truco horripilante, que nada tenía que ver con la maravillosa habilidad de crear luz de la nada. Ella misma, que era capaz de revitalizar la tierra yerma, era también capaz de destruirla con sólo desearlo.
-     Tú eres Lena Amanda Horn Ludwig – dijo entonces aquella criatura. Lena se sobresaltó. No era una pregunta, sino una afirmación.
-   ¿Cómo sabes mi nombre completo? – preguntó Lena, sorprendida. Eran pocas las personas que sabían de su segundo nombre. Era más aterrador que algo de lo que jamás había sabido supiera de su existencia.
El susodicho volvió a proferir un gruñido, aún más molesto que antes.
-   Eres la Salvaguardiana de la llave – volvió a repetir con sequedad. Lena no se atrevió a preguntar, sabiendo que lo enfadaría aún más. Lo dejó proseguir. Sentía que no había acabado de hablar y no quería perder detalle de la información que pudiera proporcionarle –. Sólo tú estabas predestinada a encontrar la habitación de Maflet – dijo con aquella profunda voz, sin apartar los sus ojos blancos de los de Lena –. Sólo tú podías cruzar la puerta. Sólo tú podías despertar la luz de Herat.

Lena se sobresaltó. Recordó la habitación en la que había entrado sola. Francisco se había quedado fuera, al otro lado de la puerta. Le había dicho que sólo ella podía entrar. Lena no le insistió y optó por cruzar la puerta. Había sentido algo desagradable, un mal presentimiento, pero había entrado en aquella habitación, donde nada más cerrarse el portón la envolvió una extraña sensación.
-     Sólo tú puedes salvar la inocencia de la humanidad – prosiguió el extraño ser.
-  ¿Qué eres tú? – lo interrumpió Lena, embelesada por su desconcertante rostro, tan diferente de cualquier criatura a la que había visto. Ni siquiera se asemejaba a los Gandfilds, ni a los duendes, ni a los gnomos.
-   Yo soy yo – respondió con indiferencia el susodicho –. No tengo nombre. Al despertar la luz de Herat, me despertaste a mí.
-     ¿Eres un demonio? – insistió Lena.

A juzgar por cómo se veía aquella criatura sin nombre, era la conclusión más acertada. Tenía cuernos de diablo, nariz y orejas puntiagudas y unos dientes afilados. Aunque era pequeño, nada en él parecía benévolo.
-     Sólo soy algo creado a partir de la luz de Herat – repitió el diablillo, comenzando a impacientarse.

¿Qué es la luz de Herat?, quiso preguntarle Lena, pero supuso que más que obtener una respuesta de aquel ser sin nombre, conseguiría molestarlo. Y no la animaba aquella idea.
-     ¿Tomarás tu cargo como es tu deber, Lena Amanda Horn Ludwig? – preguntó el pequeño demonio recuperando la tranquilidad. A diferencia de él, Lena se sintió molesta al escucharlo nombrarla por su nombre completo una segunda vez.
-     No sé qué es lo que quieres que haga – gruñó –. Sin información, no te responderé – se calló, sopesando cómo dirigirse a él –, cosa creada a partir de no-sé-qué…

El extraño ser la observó sin inmutarse. Movió su mano con cuidado. La luz siguió el movimiento. Lena entrecerró los ojos, viendo que se proponía acercarse a ella y cegarla. Le recordó a aquellas escenas donde los policías alumbraban al acusado con una brillante luz, intentando así intimidarlo.
-     Sólo así conseguirás librarte de la maldición – escuchó decirle a la criatura.

Lena lo observó amedrentada. No sólo aquella cosa sabía su nombre, sino que conocía de su maldición. ¿Qué demonios era él?
-     ¿Cómo sabes de mi maldición?

La criatura sonrió.
-     Lo sé todo de ti, Lena Amanda Horn Ludwig. Sólo tú podías despertar la luz de Herat. La luz me creó a mí. Sólo yo puedo ayudarte.

Lena dudó. No comprendía a aquella criatura. Sentía que había algo peligroso en él. Pero al mismo tiempo, tenía la sensación de que debía confiar en él. Él sabía de ella, de alguna forma u otra. Estaba conectado a ella. Ella había entrado a aquella habitación, donde los espíritus la habían conducido, donde sólo ella podía entrar. Maflet, la había llamado. Había oído aquel nombre. Lo había oído susurrar mientras caminaba por aquel laberinto junto con Francisco. Y ella había creado aquella luz. Cuando la puerta se cerró, tanteó la habitación. Allí sólo había un piano, un sillón, una mesa, un libro abierto y un candelabro. Apenas había luz. Se había acercado al libro y tocó las hojas. No fue capaz de leerlo, ya que no entendía la lengua en la que estaba escrita. Entonces, cuando tocó el candelabro, éste se prendió sólo. Ella lo prendió, creando aquella luz cegadora que iluminó toda la habitación.

Según esa criatura, al crear esa luz – la supuesta luz de Herat – lo había creado a él. Ella había creado aquel ser tan extraño e inquietante, que le daba mala espina. Pero que aún y todo, tenía algo que la hacía sentirse en paz. Curiosa criatura…
-     ¿Cómo tengo que llamarte? – le preguntó Lena.
-     No tengo nombre – comentó el susodicho –. La luz de Herat me creó. No soy nada y lo soy todo.
-     Eres molesto… – gruñó Lena –. Necesito llamarte de alguna forma…

El pequeño demonio no se inmutó. Lena se sintió más irritada. Ahora dudaba de si sería una mala criatura. Más bien, parecía algo creado para fastidiarla.

Se levantó, queriendo apartar la mirada de él. No conseguiría nada de él, eso lo había entendido. A no ser que le dijera lo que él quería oír, no obtendría respuestas. Y ella no estaba dispuesta a aceptar algo que no entendía.

Observó a su alrededor. Ciertamente, estaba en una cueva. No había rastro de la habitación con el piano. Ninguna puerta. ¿Cómo había llegado allí?
-     Estamos en las cavernas de Loan – respondió el diablillo, leyendo su mente. Lena se irritó.
-     Eso me lo has dicho antes – bufó –, pero no me has aclarado muchas cosas diciéndome eso…
-     Estamos en un pasaje del libro de Herat.
-     ¿El libro de Herat…? – repitió Lena, dándose la vuelta y reparando en el demonio. ¿Acaso ahora todo le pertenecía al tal Herat? De cualquier forma, ¿estaba dentro de un libro?
-     Ellos te condujeron a la habitación de Maflet. Debías entrar en el libro para aprender lo que debes hacer.

Lena frunció el ceño. Aquella criatura incluso sabía de la existencia de “ellos”. Ciertamente, había seguido las indicaciones de los espíritus y la habían conducido a aquella habitación. Pero nadie le había hablado de un libro, y mucho menos le habían dicho que se metería dentro de uno.
-     ¿Qué tengo que hacer ahora? – inquirió.
-     Buscar respuestas – respondió la criatura, indiferente.
-     ¿Y cómo las encuentro?
-     La respuesta sólo la tienes tú.

Lena comprendió que no conseguiría nada de él.
-     Entonces, ¿cómo te llamo? – insistió Lena, importunada.
-     No tengo nombre – volvió a decir la criatura. Lena profirió una exclamación importunada.
-     De alguna forma tendré que llamarte…

La criatura se encogió de hombros.

Lena se sintió aún más irritada. Dio una patada al suelo y le dio la espalda.
-     De acuerdo, cosa-creada-por-la-luz-de-Herat – gruñó –, no sé lo que eres, y por ahora no me importa. Pero ya que tú tienes luz, alúmbrame el camino, que quiero salir de aquí.

A diferencia de lo que había pensado, el pequeño demonio no se negó a su orden. Pasó por su lado, con la mano que llevaba la luz prendida delante, y se colocó frente a ella. Después levantó la cabeza, observándola directamente a los ojos. Lena se sintió cautivada por aquellos enormes ojos blancos. Ya no le parecía tan terrorífico. Al contrario, viéndolo tan pequeño como era, le parecía encantador. Un pequeño demonio a sus órdenes.
-     ¿Me servirás? – le preguntó a la criatura.
-     Tú creaste la luz – respondió con solemnidad la criatura –. La luz me creó a mí. Yo te vigilo.
-     De acuerdo, extraño ser. Vigílame o haz lo que quieras, pero ahora ilumíname el camino.

El pequeño demonio miró al frente y comenzó a caminar. Lena lo siguió de cerca, evaluándolo con curiosidad. Se llevó una sorpresa al no reconocer ninguna cola saliéndole por detrás del traje negro. Aquello desbarató su idea de que fuera un demonio, al menos, no se asemejaba completamente a la imagen que tenía en mente. Tampoco parecía tan malo como pensaba.

No estaba segura de si debía confiar en algo tan misterioso, pero sentía que podía depender de él. Total, nada en su vida era normal. Estaba maldita. Su maldición la había llevado a ver espíritus. Nadie creía en ella. La tomaban por loca. La habían encarcelado por estar loca. Comparado con otras cosas de su vida, aquella criatura no era lo más extravagante, así que, ¿por qué no dejarse llevar por él?
-     Voy a ponerte un nombre, cosa, porque necesito llamarte de alguna forma – le informó Lena.
-     No tengo nombre – repitió la criatura.
-     Pues a partir de ahora sí. No sé lo que es esa luz de la que me has hablado, pero si eres su creación, no veo porqué no llamarte igual. Te llamaré Herat.

Herat levantó la cabeza y la miró a los ojos. Lena le devolvió la mirada, creyendo que estaría emocionado por que le hubiera dado un nombre. Sin embargo, la sonrisa con la que la correspondió, la aterró.

En aquel momento, se escuchó un grito proveniente del fondo de la caverna. Parecían los chillidos de un niño en apuros. Una voz que Lena conocía. Quiso girar la cabeza para ver de dónde provenía aquella voz conocida que debía estar en apuros. Sin embargo, Lena no pudo apartar la mirada de aquellos enormes ojos de la criatura que la sonreía con aquella maquiavélica y enigmática mueca en su boca. Todo el cuerpo de Lena se sacudió del miedo y entonces, la esfera de luz que Herat llevaba en su mano se apagó.

Una vez más, Lena se vio sumida en la profunda oscuridad, acompañada de aquella extraña criatura, creada de la luz que ella había prendido, pero que no guardaba nada de benévolo.