Mi corazón late desesperadamente. Siento que el tiempo se
ha congelado, pero curiosamente, mi corazón sigue bombeando sangre a toda
pastilla. La razón es muy simple: lo tengo delante, observándome con esa cara
de idiota con la que me mira cuando no me entiende. Y sin embargo, adoro esa
expresión de estúpido que le deja.
Tengo ganas de suspirar, pero mi cuerpo no reacciona. Es como
si ese rostro tuviera el mismo efecto que un botón de Pause y todo mi
ser reaccionara ante ello. El aire queda atrapado en mis pulmones, queriendo
salir, como esas palabras que se quedan aturulladas en mi garganta. Marcadas a
fuego lento en mi mente y en mi corazón, con su nombre, pero que son incapaces
de pronunciarse en voz alta. Tantas veces soñado el momento de escupirlas, pero
incapaz de encontrar el momento propicio en el que dar el paso.
Cobarde como yo sola, sigo sintiéndome emocionada por esa
sonrisa que me maravilla, me hace sentirme feliz, y tan especial, aunque nunca
sabré si ese sentimiento es mutuo. No, hasta que finalmente levante las cartas
de esta partida cuyo desenlace soy incapaz de predecir. ¿Algún día lanzaré mi
apuesta y me arriesgaré a escuchar el veredicto?
Cobarde como yo sola, sigo en silencio, atontada por él y
por ese rostro de idiota. Tan tonta, tan estúpida…
Tan enamorada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario